Ir a la Buena Barra es disfrutar del sabor de las carnes al carbón y las salsas de chiles piquines como lo hacen los regios. No es sólo un restaurante especialistas en cortes, ya que por su arquitectura y diseño, ofrece ese plus de cantina cuya terraza ofrece una vista espectacular de la ciudad.
Desde 2014 que abrió en CDMX, este lugar se ha convertido en el predilectos por los amantes de la carne. Su propuesta gastronómica es amplia, ya que tienen platillos típicos de la cocina mexicana reinventados por los chefs del lugar. Este elegante restaurante estilo cantina ofrece un ambiente muy relajado donde poder ir en familia, con amigos o compañeros de trabajo.
Desde que entres al lugar, te sientes como en tu propia casa. Todo el personal de meseros se encargan de darte la bienvenida de una forma amable y muy correcta. Esta parte es fundamenta en La Buena Barra, cuidan hasta los más mínimos detalles. La atención y el trato, marcan la diferencia y aquí son expertos en este rubro.
En cuanto al menú, los cortes al carbón son su sello de identidad, pero con un toque cantinero que los diferencia de otros restaurantes similares. También este lugar es famoso por su lechón y cabrito, sin lugar a dudas. Para empezar, pudimos degustar unos espectaculares tacos de jaiba desnuda, sin duda un manjar para abrir apetito. El mini-trompo de pastor es otra delicia icónica de la casa, donde te preparan los tacos en la mesa. A continuación, nos llega unas tostadas de tartar de atún, calidad Sashimi con Mango, Cebolla Morada y Aguacate.
Comenzamos con el plato fuerte y no podía faltar la carne. Black Onyx y un Reb Eye a la parrilla, ahora sí nos transportamos a Monterrey. En pesca y mar, también son especialistas, ya que el pulpo a las brasas fue una gran experiencia sensorial para el paladar. También te recomiendan la caña de Rib Eye al mezcal en bloque de sal. Una auténtica maravilla. La verdadera experiencia es que tú puedes ir viendo como realizan el corte de la carne, con cariño y amor, para degustarlo directamente y recién hecho.
Con cada platillo, el maridaje fue insuperable, ya que nos fueron ofreciendo coctéles de la casa hechos a base de mezcal. ¡Un must! Y llegamos a los postres, donde la perdición de muchos clientes son los churros recién hechos con cajeta y nutella, pero en esta ocasión ordenamos el pastelito tibio de chocolate y nieve de vainilla. Lo preparan al momento y es espectacular, porque la nieve es un helado de nitrógeno. Sin duda, un lugar que debes conocer para disfrutar del sabor norteño en la CDMX.