La Costa es uno de los destinos más deseados de Italia y, desde que la Dolce Vita de los años sesenta es telón de fondo de la serie de televisión de Netflix Ripley, se ha vuelto el destino más codiciado. La novela de Patricia Highsmith plasma, en sugerente blanco y negro, los pueblos de la costa que siguen siendo auténticos: Amalfi, Praiano, Positano, Minori, Maiori, Sorrento, ahora convertidos en celebridades. Hospitalidad, gastronomía, historia y estilo de vida guían este mapa. Y por si fuera poco, a partir de julio entrará en funcionamiento el nuevo aeropuerto de Salerno- Costad’Amalfi, cuyos vuelos ya están agotados.
La reapertura del año es la de Don Alfonso 1890 en Sant’Agata sui due Golfi, el restaurante y hotel boutique de la familia Iaccarino, ubicado en la península sorrentina. Tras medio siglo en el negocio, Livia, Alfonso, Ernesto y Mario han rediseñado el aspecto y la visión corporativa de la propiedad. La empresa se fundó sobre un proyecto de ecología integral que hace del cuidado su marca de responsabilidad medioambiental y social: eficiencia energética, cero emisiones y manejo de residuos, además de ética laboral como pilares sobre los que se asienta la renovación.

El hotel boutique es un Relais & Châteaux de ocho suites en una residencia de época donde el mobiliario familiar de 1700 y 1800 se mezcla con el diseño. La cocina, condecorada con dos estrellas, es sin duda el motor del proyecto ambiental; se nutre de productos ecológicos de las siete hectáreas de la finca Campanella y sigue siendo tenaz- mente mediterránea, pero enriquecida por experiencias de todo el mundo (Macao, Hykurangi en Nueva Zelanda, Toronto), bajo la dirección de Don Alfonso. El restaurante ofrece tres menús: vegetariano, tradicional y degustación.

El Monasterio Santa Rosa Hotel & Spa de Conca dei Ma- rini (Salerno) corta el aliento. Aquí nació un superclásico de la repostería napolitana, la sfogliatella, gracias a las monjas fundado- ras. Hoy la propiedad pertenece a la empresaria estadounidense Bianca Sharma, que se enamoró del lugar e inició una restauración que tomó diez años.

Según la costumbre monástica, cada nuevo huésped es señalado con el toque de la campana; el hotel dispone de 20 habitaciones y suites, todas con vistas al mar, sobre terrazas, entre rosaledas, el huerto, el restaurante y la piscina infinita. Muros de piedra del siglo XVII bordean el spa que practica tratamientos de Santa Maria Novella. La cocina estelar se llama Refettorio y el chef Alfonso Crescenzo, quien hace honor a los platos tradicionales y a los productos locales cultivados en su granja ecológica Terre Lavorate.

Desde el monasterio hasta el convento Amalfi Grand Hotel de 5 estrellas gran lujo del Grupo Anantara, la antigua residencia del siglo XIII de los frailes capuchinos; la restauración ha con- servado la iglesia barroca, el claustro y la fachada. Las 52 habitaciones tienen techos abovedados y paredes de cal. En cuanto a la historia y los aspectos religiosos, el franciscano Fray Marcus realiza un tour que enriquece la experiencia de la estancia.

El restaurante Dei Cappuccini está en manos de Claudio Lanuto, que a menudo se inspira en la tradición eremítica y utiliza productos de temporada. También está la Locanda della Canonica, donde Gino Sorbillo elabora pizzas de autor. A pocos pasos del pueblo pesquero de Praiano, está Casa Angelina, con sus grandes ventanales blancos y azules. Dispone de 37 habitaciones, suites renova- das diseñadas por Paola Lenti, y un jardín contemporáneo donde se practica yoga, además de piscina y solárium bajo un techo de limoneros. El restaurante con estrellas Un piano Nel Cielo, está dirigido por el chef Leopoldo Elefante.

¿Encontrar lo superlativo en lo mínimo? Eso logra el San Pietro, ubicado entre Positano y Praiano, activo desde 1970 y en continua actualización en cuanto a tecnología, servicios y personal. Su alma es Vito Cinque con 59 habitaciones pegadas a la es- collera, terrazas con vistas al azul mediterráneo, escaleras que conducen por el jardín al restaurante Il Carlino, al borde del mar, con un repertorio tradicional, y al Zass, premiado con una estrella y orquestado por el chef belga Alois Vanlangenaeker.

Si se desea más intimidad, San Pietro alquila el Palazzo Santa Croce, que forma parte del exclusivo Villas Relais&Châteaux, con cinco habitaciones, un imaginativo salón comedor, chef privado, piscina cubierta y un spa inspirado en las termas romanas, con las mismas instalaciones que el hotel.

Sólo falta la Dolce Vita de Capri. El Hotel La Palma marca el debut de la Oetker Collection en Italia, 50 encantadoras habitaciones y suites a un paso de la Piazzetta y del legendario Anema e Core. La propuesta culinaria se confía al chef Gennaro Esposito, 3 restaurantes, bares, club de playa y una playa privada que se puede reservar. Da Gioia, en Marina Piccola, también está abierto a los visitantes que llegan en yates, para de- gustar desde una parmigiana hasta la pesca del día.
