Un espacio acogedor y familiar habilitado con ocho habitaciones, donde destaca una arquitectura e interiorismo muy cuidado que se localiza en la zona de las Lomas de Chapultepec, en la Ciudad de México. Aquí a los viajeros se les llama invitados, llegan, se hospedan y viven una experiencia única en la capital de una manera relajada y en un ambiente lleno de diseño y detalles. La idea es que una familia te acoge, te recibe, y te da la bienvenida como si entraras a una casa familiar no a un hotel, te ofrecen un shot de cacao, porque aquí se veneran los productos de la tierra mexicana.
Te pasan a la habitación, que invita al descanso y la intimidad, decorada con productos artesanos hechos a mano y en tonos que invitan a la calma. En la entrada hay bicis para pasear por la ciudad, acercarse a las zonas de Prado Norte o Polanco. Los padres de Claudia González, nuestra anfitriona y sus hermanos, Eucario y Blanca, quisieron vender la casa y los hijos vieron la oportunidad para no desprenderse de ella, por lo que decidieron crear un espacio para alojamiento plus, así conservaron la propiedad y rentan habitaciones. Así nació este espacio mágico, nominado, mejor alojamiento de México.

Hablando de los espacios, por la tarde la terraza, es un lugar perfecto para tomarse un té, el desayuno está incluido para los viajeros. Ubicación privilegiada a 10 minutos de Polanco, cerca de Prado Norte. La casa tiene 50 años, y se reformó respetando la estructura, para ello encargaron el proyecto a Estudio Claudina Flores, un despacho de arquitectura y diseño de Guadalajara. Se inspiró en la vida que tuvo uno de los propietarios, la casa, Eucario González Izardi, restaurantero del grupo Anderson.

“Era una casa llena de vida, sabores, comidas y cenas, con platillos, paellas y grandes festejos gastronómicos que unían a la familia en veladas memorables”, comentan sus creadores. La arquitecta ha querido rendir tributo a una casa hospitalaria mexicana, pero contemporánea.

Ella hace un concepto basándose en ingredientes mexicanos, en homenaje a su gastronomía. Cada suite tiene el nombre de un ingrediente mexicano y el principal es el maíz azul, tono que viste toda la casa, y la suite Amari, que significa amaranto, Yahuel, maguey y el color del agave domina la estancia llamada Ehe, palabra para guanábana, Muri, un frijol del sur o Zapotl, zapote, con sus tonos en negro en homenaje al fruto, como se puede ver en el lavabo de las habitaciones.

El maíz azul preside la casa, los ingredientes mexicanos están presentes en toda la casa y el interiorismo trasmite calma, sosiego, no es un Pantone común el que vemos en las paredes, sino colores creados para interpretar cada ingrediente, con pastas y pintura naturales. La casa se renovó en tiempos de pandemia, y contó con la colaboración de diferentes artesanos de México, Chiapas, San Miguel de Allende, Puebla, tapetes de Oaxaca, lavabos de Santa María del Cobre, maderas de los altos de Jalisco. Muebles diferentes, también la cerámica, el barro o las telas de fibras naturales. La casa está inspirada en México, de donde proceden todos y cada uno de los objetos a excepción de los tecnológicos. Los muebles de Claudina Flores y otros colaboradores crean un lugar único, un hospedaje inolvidable.