El tinto Marqués de Murrieta 2020 es la muestra palpable de la elegancia y la excelencia que caracterizan a la bodega riojana. “Esta añada es además una de las más emotivas de los últimos años; una añada de supervivencia marcada por el COVID, que muestra el compromiso de Marqués de Murrieta con la calidad”, explica María Vargas, directora técnica de la bodega, nombrada “Mejor Enóloga del Mundo” en los Women in Wine & Spirits Awards en 2021.
Elaborado con tempranillo, mazuelo, graciano y garnacha, cada variedad aporta una personalidad propia para ensamblarse en un equilibrado vino tras una crianza en barrica.

La historia de Marqués de Murrieta es la historia del Rioja. Su fundador, Luciano Murrieta, nació en 1822 en Arequipa, Perú, donde residían sus padres, un hombre de negocios de origen vizcaíno y una rica criolla. Su amistad con el General Baldomero Espartero (figura clave en la Historia de España) marcó el futuro del joven Luciano. Tras la independencia de Perú, su familia retornó a Europa y Luciano comenzó su carrera militar bajo la protección del General. En 1843, el General Espartero fue forzado a su destierro en Londres y allí fue donde Luciano percibe que únicamente los vinos de Burdeos y Jerez tenían un reconocimiento internacional.

En 1848, Luciano regresó a España con la firme decisión de elaborar vinos que fueran capaces de perdurar en el tiempo por lo que viajó a Burdeos para estudiar el método Médoc de elaboración de vinos, e implantarlo en Rioja. Un sistema que convertía un producto puramente alimenticio y perecedero hasta ese momento en un placer hedonista capaz de pervivir en el tiempo. Luciano Murrieta falleció sin descendencia en 1911, legando la propiedad a su sobrino José Manuel de Olivares y Bruguera. Como reconocimiento a su importante labor filantrópica, el marqués fue nombrado Hijo Predilecto de la ciudad de Logroño.
En 1983 recoge el testigo Vicente Cebrián Sagarriga, décimo conde de Creixell y empresario de origen gallego, el cual sentó las nuevas bases de la renovación de la bodega. Sin embargo, su proyecto se vió truncado por su repentino fallecimiento en 1996. Fue entonces cuando su hijo, Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga, undécimo Conde de Creixell, asume la presidencia de Marqués de Murrieta y junto a su hermana Cristina, llevan a cabo una renovación completa de la bodega, sus vinos, su estrategia comercial y un ambicioso plan de enoturismo, posicionándose como referente de la excelencia y calidad.

Gracias a un intenso trabajo y esfuerzo han conseguido llevar a esta bodega a lo más alto, siendo reconocidos internacionalmente con los premios a “Mejor vino del mundo”, “Mejor bodega del mundo” y el de “Mejor enóloga del mundo”. En 1852 elaboró el que es considerado como el primer “vino fino” de Rioja y su vocación exportadora le llevó a enviar 50 barricas a Cuba y otras tantas a México para comprobar si sus vinos eran capaces de mantenerse estables tras un viaje trasatlántico. No hubo noticias de los vinos enviados a México pero la prensa cubana alabó la calidad de los vinos recibidos, hecho que animó a
Luciano a presentar sus vinos en distintas Exposiciones Internacionales, obteniendo grandes éxitos. Este visionario, nombrado marqués por el rey Amadeo de Saboya, adquirió en 1877 la Finca Ygay, y en 1878 mandó construir el emblemático Castillo de Ygay, siguiendo el concepto de château bordelés: una bodega rodeada de su propio viñedo.