Alessandro Michele, la (r)evolución del maestro


TEXTO: PAULA POLIZZOTTO

El diseñador Alessandro Michele vive su segundo gran momento en el mundo de la moda. El primero llegó tras ser nombrado director creativo de Gucci en 2015, donde durante siete años rompió radicalmente con la línea clásica y el consecuente letargo en ventas que la firma arrastraba de su etapa anterior bajo la dirección de Frida Giannini. Utilizando la androginia, el maximalismo y multitud de referencias históricas y cinematográficas, Michele sumergió a la industria en un auténtico proceso de guccificación –así acuñado por expertos y críticos de moda–, además de desencadenar uno de los mayores movimientos de género de las últimas décadas.

La moda experimentó de la noche a la mañana la inclusión de diversas identidades de género y emergió una cultura del feísmo que transformó el canon de belleza hasta entonces reducido a rostros simétricos y delicados. Tras marcharse de Gucci en 2022 y coquetear con la idea de abandonar la moda para dirigir cine, el italiano abrió su segundo capítulo el pasado septiembre presentando su primera colección para la casa Valentino, hasta hace unos meses dirigida por Pier Paolo Piccioli. Gorras de béisbol, piercings, perlas y tatuajes coexistieron en una colección teatral que de un primer vistazo podría parecer una continuación de su anterior rol, pero que realmente responde a su idiosincrasia como diseñador, esta vez añadiendo elementos propios de la Roma de los años 60 y 70, espacio y tiempo donde Valentino Garavani fundó su imperio.

Si bien todos los diseñadores son tratados como semi dioses al aterrizar en la dirección creativa de una gran maison, Michele ha sido legítimamente catalogado como uno de los últimos genios, al igual que ocurrió el siglo pasado con Chanel, Dior o Balenciaga, cuando sus propuestas reflejaron los cambios estructurales que experimentaba la sociedad. La singularidad de Michele se encuentra sobre todo en los riesgos que decide asumir en el estilismo de sus colecciones, por ejemplo, al redimensionar en Gucci el concepto de masculinidad con faldas, lazos y babushkas, o ahora en Valentino, fusionando el orientalismo y el romanticismo con cortes y elementos de los años veinte y treinta del siglo pasado.

Su proyecto a largo plazo es posicionar a Valentino en la excentricidad y la ensoñación. Ya lo hizo una vez con Gucci, triplicando sus ingresos anuales hasta alcanzar los 10 mil millones de dólares y convirtiéndola en la firma más aspiracional durante sus primeros cinco años de mandato. Ahora quiere atraer a Valentino un mayor porcentaje de la Generación Z explotando su sentido de la subversión y, esperemos, de la ciencia ficción. Su llegada a la maison reabre, además, la morbosa rivalidad que desde siempre existió con la casa Gucci por ostentar la bandera de la moda italiana.

Recientemente Michele presentó su primera colección de alta costura. Hay que destacar que toma un riesgo doble, ya que es la primera vez que se enfrenta a esta línea de negocio (hasta ahora solo había diseñado prêt-à-porter) y porque con ella deja atrás una prolífica etapa dominada por las creaciones esculturales de Piccioli.

Fiel a sus actos de disrupción en la moda, el diseñador italiano decidió limitarse a un desfile anual, decisión qu se vio apoyada por Jacopo Venturino, CEO de Valentino. Así presentó Vertigeneux, su primera colección de Alta Costura que dejó ver una sucesión de ecos de la moda envueltos en una gran cantidad de tipos de telas, siempre conservando el trabajo artesanal que tanto ha destacado a Valentino como una falda larga y cuello alto al puro estilo crêpe de chine, este terminado, según el propio Michele, le recordaba a una vela. Pocas dudas caben de que 2025 será el año en el que Alessandro Michele valide por segunda vez su soberanía como agitador estético y cultural de la moda del siglo XXI.

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