El octavo Festival de la Vendimia se dio cita en la Hacienda Las Encinillas, en Chihuahua. Un día donde el protagonista fue el sol, la tierra y el vino, además de que cada brindis fue por motivo de la cosecha y sobre todo de la consolidación de un sueño que comenzó hace más de dos décadas.

En 2003 hablar de vino en Chihuahua era algo sorprendente. Ese año se plantó la primera hectárea de vid con cepas de Cabernet Sauvignon, tras un análisis que reveló el potencial extraordinario del suelo, el agua y el clima de la región. A 1,560 metros sobre el nivel del mar, en un valle de suelos arcillo-gravosos y temperaturas extremas, la naturaleza ofreció un entorno privilegiado para el desarrollo del fruto.

Lo que inició como un experimento se transformó en un parteaguas para el proyecto vitivinícola de Vinos Encinillas, que hoy se erige como referente en el mapa del vino mexicano.

Actualmente, la hacienda cuenta con 70 hectáreas plantadas con cepas europeas para uvas tintas y blancas —Cabernet Sauvignon, Shiraz, Merlot, Cabernet Franc, Petit Verdot, Tempranillo, Malbec y Chardonnay—, cuidadosamente seleccionadas desde el viñedo hasta la bodega. Tras la fermentación, los mostos pasan a una cava semisubterránea que guarda 1,200 barricas de roble americano y francés, donde algunos vinos reposan hasta 36 meses.

El resultado: 13 etiquetas excepcionales y una producción anual de 256,000 botellas, fieles a un estilo elegante, intenso y auténtico.

Las etiquetas más emblemáticas —Hacienda, Megacero y La Casona— son ya favoritas entre sommeliers y catadores, mientras que los monovarietales como Pegaso (Tempranillo) y Herminia (Merlot) revelan la diversidad y riqueza del terroir chihuahuense. Los Vinos de Encinillas cuentan ya con varios premios y distinciones nacionales e internacionales, posicionándose como una de las bodegas más prometedoras del país.

Más allá de la excelencia enológica, Las Encinillas también representa una visión sustentable. El cultivo de la vid requiere menos agua que otros productos agrícolas de la región, lo que contribuye al aprovechamiento responsable de un recurso natural cada vez más escaso. Además, la altitud mitiga los efectos del cambio climático, garantizando cosechas más estables y saludables.

El octavo festival de la Vendimia no solo fue un éxito: fue una afirmación de identidad. Entre risas, catas, música y el inconfundible aroma del roble, la Hacienda Las Encinillas reafirmó que el vino de Chihuahua tiene alma, carácter y futuro. Un motivo más para brindar por el norte, por su gente y por una bodega que convierte cada vendimia en una celebración de la vida.
