Inventó un saco desestructurado, de hombros suaves y corte elegante. Supo vestir tanto a la alta costura como a la moda sport. Hollywood lo amó y las nuevas generaciones vieron en él un aire fresco, un estilo innovador. Tras 50 años al frente de su marca, sus creaciones se han convertido en leyenda. Su primer gran éxito cinematográfico llegó con American Gigolo. Luego vendrían muchos más. Su firma Emporio creció hasta convertirse en sinónimo de buen gusto. Expansivo y visionario, creó muebles, fragancias, relojes, hoteles y cosmética.

Su gran despegue se dio en los años ochenta, cuando vistió a Michelle Pfeiffer, una de sus primeras musas. Después llegaron Cindy Crawford, Julia Roberts, Gwyneth Paltrow y Sophia Loren. Entre los hombres, Russell Crowe, George Clooney o Robert De Niro. También dejó su sello en el deporte: diseñó para la selección olímpica de Italia, los equipos de fútbol de Inglaterra y Alemania, e incluso para toreros como Cayetano Rivera. El auge de la moda masculina coincidió con el crecimiento de Armani, y ese éxito lo acompañó hasta el último día.

Miami Vice, con Don Johnson, puso la moda en primer plano: vimos desfilar siluetas firmadas por Armani y Adolfo Domínguez, que impusieron un estilo confortable bajo el sol de Florida. Giorgio Armani nació el 11 de julio de 1934 en Piacenza, al sur de Milán. Su vocación fue tardía: empezó como ayudante de fotógrafo y escaparatista en La Rinascente, hasta convertirse en supervisor de compras internacionales. Su buen gusto llamó la atención de Nino Cerruti, quien lo puso al frente de la línea Hitman en 1964. Con 40 años decidió emprender su propio camino: en 1975 fundó su marca y poco después creó su célebre saco ligero inspirado en los sastres de Nápoles.

“He elegido el trabajo como forma de vida”, confesó a Martin Scorsese en un documental, una elección que dio como fruto un imperio global, con epicentro en Milán y un refugio en Pantelaria, su isla predilecta. Su éxito en la alfombra roja fue rotundo: en 1989 tantos actores llevaron sus trajes en los Oscar que aquella gala se bautizó como “los premios Armani”. En 2022, en entrevista con S Moda, explicó su visión al diseñar el traje femenino: “Pensaba en cubrir sus necesidades en el lugar de trabajo. Darles comodidad y confianza en un ambiente nuevo.

No sé si eso me convierte en feminista. Creo que deben juzgarlo las propias mujeres”. En Elegancia Masculina de Eugenia de la Torriente, Armani dejó escritas sus “10 reglas” para vestir. La primera: personalidad. “Todo depende de la personalidad”, decía. La segunda: conócete a ti mismo, clave para encontrar un estilo propio. La tercera: la regla Cary Grant: vestir con tal elegancia que trascienda modas y épocas. La cuarta: coherencia variable: permitir que la ropa refleje nuestras distintas etapas de vida.

La quinta: elegancia y comodidad como sinónimos. La sexta: comodidad sin descuido. Entre sus máximas, insistía: “Un hombre elegante pasa casi siempre desapercibido, pero deja una impresión duradera”. Para él, la corbata no era obligatoria y el azul, su color favorito: “atemporal y por encima de la moda”. Su última regla: cuidar el cuerpo y la mente. “La auténtica elegancia proviene del equilibrio psico-físico. La prenda más hermosa no podrá ocultar un cuerpo descuidado”.

Su visión de la moda más allá del tiempo dejó un legado eterno. La sede de sus desfiles, el Teatro Armani diseñado por Tadao Ando, fue el escenario de su último adiós, al que acudieron Donatella Versace, John Elkann, Giuseppe Tornatore y Gabriele Salvatores. En su velatorio se leyeron carteles con una de sus frases más recordadas: “La huella que espero dejar es un compromiso, respeto y cuidado hacia las personas y la realidad. Ahí empieza todo”.

