Artesanía, calidad, inclusivo, único, tradición, todo eso envuelve un vaso de mezcal Agave, una planta que cuyo nombre viene del griego, noble, como es la labor que realiza la etiqueta Amores desde hace diez años. Su CEO, comparte con nosotros su entusiasmo por esta bebida mexicana con denominación de origen, misticismo y vocación artesanal, “queremos explicar lo que hacemos, el agave es una planta muy bonita, con más de 12 millones de años y más de 200 variedades. El agave azul es del que sacamos mezcal y el tequila, ya era muy importante en la cultura prehispánica”. Señala Santiago a más de cien visitan- tes que se acercan a la molienda ejecutada por los molinos tirados por burros de producción artesana de mezcla Amores en Oaxaca. Un palenque donde vemos paso a paso el proceso de producción.
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Santiago habla de las variedades como Arroqueño o Coyote, con los que hacen el mezcal como otros viticultores habla de la uva merlot Sauvignon blanc o Cabernet y explica “empezamos por proteger la planta, que sobrevive en condiciones difíciles, áridas y sin agua. También resiste lluvias torrenciales y sol. Aguanta todo”. Para usarlo esperamos entre 8 y 10 años es la edad perfecta del agave que utilizamos. Usamos agave silvestre y realizamos una fermentación 100 % natural”, destaca con orgullo, “al final es un sabor único que, según el terroir, te pude dar sabor a plátano, lácteo, manzana “.
Un producto con sabor muchas veces ahumado, mezcal Amores, siempre balanceado y seductor. Este sueño empezó en 2009, y llevan ya siete años haciendo mezcal. “Primero empezamos buscando, más de cien maestros mezcaleros y elegimos uno, y luego poco a poco fuimos creciendo”. Reconoce que para los creadores de mezcal artesano, mantener sabor y calidad es un reto “es un tema importantísimo, crecer sin perder los valores, un crecimiento horizontal, respetamos la artesanía del proceso y también la filosofía, es un desafío, como subir en más volumen manteniendo los principios, ahora con más de 14 productores, no queremos que nos pase como con el tequila fabricar mucho, si mantener la filosofía, ni la tradición” habla con claridad, pero es consciente que la demanda, la moda, la expansión de su consumo tienen peligro puede morir de éxito el mezcal.
“El peligro más grande son los grandes corporativos, plantamos 85 hectáreas de agave, y de esas más de la mitad se dedica al agave silvestre, el problema es la industria del mezcal que no es artesanal. Y el consumidor debe distinguir y revisar la etiqueta”. Respecto a la exportación señala, “queremos que en España e Italia se pueda comprar online, para que llegue al consumidor final, hemos trabajado en España, en México y Estados Unidos de América con varios chefs”. Santiago no olvida el lado gourmet y mágico de esta bebida irrepetible.
Recordando estos diez años de mezcal amores nos declara, “lo recuerdo con mucho esfuerzo, mucho trabajo, con el reto de hacer cosas artesanas, trabajar con indígenas para enaltecer su cultura y sus tradiciones, tomar mezcal con ellos es de lo que más aprecio de mi trabajo, pero lamentablemente esta tarea requiere mucho capital, el agave costaba 30 centavos cuando empezamos hace diez años y ahora está a 13 pesos el kilo, en siete años ha crecido 50 veces su coste de producción”. Se lamenta. Pero se anima con el espíritu de la empresa.
“Trabajamos con artistas oaxaqueños, deseamos inspirar con nuestra filosofía, la siembra orgánica, fermentación natural, 14 productores y el convencimiento de distribuir la riqueza, trabajar sin residuos, lo empleamos como composta, crear viveros de agave silvestre… Nosotros queremos contar la historia del mezcal para inspirar, para hacer bien las cosas y que las nuevas generaciones nos miren”, afirma rotundo. “Para nosotros es importante controlar la denominación de origen, que el mezcal cumpla el propósito de distribuir riqueza y sea una historia de éxito. Todavía falta desarrollar el mercado; la industria crece en Estados Unidos y, en México, cerca de un 30%; una buena noticia.
“En Italia, España, Europa en general, los productos con denominación de origen forman parte de una filosofía gastronómica que ayuda a entender el mezcal, esa bebida poderosa que es la sangre del sol”, dice. Sobre el futuro confiesa orgullo- so: “Nos han buscado muchas empresas grandes, pero les hemos dicho que no. No pararemos de empujar, es una industria honorable que ayuda a entender un país más justo y más inclusivo. Apoyemos el mezcal y hagamos un México mágico”.
Si sólo hubiera dos sillas para sentar a los mejores fotógrafos del s. XX, sin duda una de ellas sería para Irving Penn. El gran genio de la imagen que revolucionó la fotografía, lo mismo retrataba una colilla que un cuadro, unos labios rotos de color que a los grandes intelectuales de la época como Truman Capote, Marcel Duchamp o Picasso. Con la misma fuerza y el mismo talento trataba la mirada de un sabio que un objeto sin vida. Sus imágenes cambiaron la historia de Vogue y otras revistas de moda. Siempre rozó el límite de la fotografía con ironía y exceso, ya fueran modelos de muchos kilos o labios con herramientas.
Se celebran los cien años del nacimiento del artista con una exposición antológica en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York que reivindica su figura bajo el título de Centennial. Decía Ivan Shaw, director de fotografía para Vogue, que Penn todo lo hacía bien: el retrato, la moda, los objetos. Pocos fotógrafos son capaces de moverse con tanta facilidad en las alturas. Su blanco y negro no te dejaba indiferente, pero sus imágenes de lifestyle estaban llenas de vida. Sus trabajos publicitarios para firmas como L’Oréal y su tratamiento de la imagen rompió para siempre la barrera entre lo comercial y la artesanía. Como él decía, retratar un pastel también puede ser arte.
Hijo de emigrantes rusos, la pintura siempre fue su sueño, pero con sus instantáneas creó obras tan inmortales como las que aparecen en los lienzos. Por eso, ahora el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York le rinde un merecido tributo y celebra el centenario del nacimiento del artista. Sus trabajos meticulosos hacían pensar a los críticos que se pasó media vida detrás de la cámara y la otra mitad en el laboratorio o pensando en composiciones.
Cualquier fotógrafo de estudio hoy tiene en Irving Penn la mayor referencia, pues hasta la colilla de un cigarro tras un disparo se convertía en una obra única. Sus primeras imágenes en revistas de moda fueron retratos impecables de alta costura, con una elegancia sorprendente y una luz que cambió la mirada de las publicaciones de estilo. Su capacidad para pasar de los ojos de un pintor a una naturaleza muerta es admirable. La exposición Irving Penn: Centennial repasa como nunca antes todas las disciplinas que dominó el artista, con 70 años de carrera en imágenes de gran impacto en soportes y técnicas como la fotografía, el grabado o la pintura.
La muestra recorre sus diferentes caminos: carteles para la calle, incluyendo ejemplos de trabajos tempranos en Nueva York, el sur de Estados Unidos y México; moda y estilo para varios títulos internaciaonales y con muchas fotografías clásicas de Lisa Fonssagrives-Penn, la ex bailarina que se convirtió en la primera supermodelo, así como en esposa del artista; retratos de indígenas en Cuzco, Perú; pequeños cuadros de trabajadores urbanos; rostros de personajes de la cultura muy queridos, que van desde Truman Capote, Joe Louis, Picasso y Colette a Alvin Ailey, Ingmar Bergman y Joan Didion; retratos de los ciudadanos de Dahomey (Benin), Nueva Guinea y Marruecos vestidos de manera fabulosa; los últimos muertos de Morandi; desnudos voluptuosos; y gloriosos estudios de color sobre las flores.
La belleza en su concepción original. Además, se aprecia cómo el artista va transmitiendo las tendencias culturales de la época, y también su capacidad para hacer retratos comerciales. Su cuerpo de trabajo también muestra el auge de la fotografía en los años 70 y 80, época en que las revistas de moda tienen su esplendor. Pero el mundo sofisticado en el que vive Irving contrasta con sus fondos sencillos. Un rincón, una esquina le servían como gran escenario. De hecho, su lienzo preferido estaba hecho de una vieja cortina de teatro encontrada en París, que había sido pintada suavemente con unas nubes grises y difusas. Este telón de fondo siguió a Penn de estudio en estudio.
Otros puntos destacados de esta magna exposición incluyen imágenes recién desenterradas del fotógrafo desde su tienda de campaña en Marruecos, algo inédito que descubre al artista lejos del glamur, como por ejemplo lo que realizó en México o en Cuzco, con retratos sobrecogedores.
Así, las formas, los rostros, las sombras, las miradas y la rebeldía hacen inmortal la obra de Irving Penn. Impactos provocativos, como desnudos voluptuosos o detalles sutiles, cuando en su foto de moda retrata a la modelo descalza, cansada ya de tanta sesión fotográfica. Elegancia y rotundidad, provocación y belleza, dos registros que sólo un genio como él puede llevar a la máxima expresión.