Jeff Zwart conoce a Porsche como pocos cineastas. Lleva más de 30 años grabando anuncios y cortometrajes para la marca y para otras marcas de vehículos. “Tanto la historia de Porsche como la de cada uno de sus modelos es realmente interesante. He filmado material publicitario para prácticamente todas las compañías de automóviles del mundo, aunque debo reconocer que Porsche es una de esas que te da una ventaja de partida ya que, visualmente, despliega su magia en el momento en el que uno se pone tras las cámaras”, asegura.
Hoy, Zwart combina sus facetas como director de cine e instructor y piloto en la famosa subida a Pikes Peak, una carrera que ha ganado ocho veces a bordo de diferentes 911 especialmente preparados para soportar las exigencias que plantea aquella montaña americana.
CONSEJOS:
1. Punto de partida. “Lo principal es sentirse cómodo con la herramienta que utilizas. La cámara debería ser la parte menos intimidante de tu trabajo, ya que lo verdaderamente importante es el proceso de creatividad. No es bueno estar supeditado al equipo que usas. Una cámara debe sentirse como una extensión de uno mismo para que el trabajo sea lo más fluido y espontáneo posible. La puesta de sol en sus últimos momentos, una tormenta acercándose, un automóvil derrapando durante un breve instante… Si no eres capaz de configurar el equipo lo suficientemente rápido como para captar todas esas realidades, tal vez no lo hayas elegido correctamente”.
2. La preparación lo es todo.
“En el mundo de la publicidad, es mi trabajo interpretar visualmente el concepto de un cliente. Pero incluso si estás grabando para ti mismo, debes crear una línea de tiempo. Siempre hago un storyboard (guión gráfico) básico, compuesto por unos 30 bocetos para una grabación de 30 segundos, que incluyen planos estáticos, de acción y diálogo. Esto permite comprender la idea general y facilita la tarea cuando llega el momento del rodaje. Nunca me siento cómodo grabando si antes no lo he dibujado en una hoja de papel”.
“La luz es muy importante, aunque también plantea retos. Especialmente en exteriores, ya que cada día puede variar. Es primordial encontrar una buena iluminación que destaque los rasgos de diseño de cada coche.
3. La propia grabación. “Pregúntate qué destaca en cada coche en particular. ¿Es mejor grabar desde el nivel de los ojos o a ras del suelo? La altura es muy importante, dependiendo de la historia que quieras contar. Coloca el vehículo en medio de un espacio abierto y camina alrededor de él. Modifica el punto de vista y prueba con diferentes objetivos para ver qué es lo que mejor funciona. Piensa en los vehículos como si fueran espejos. Son superficies reflejantes que no se ven igual de bien con todas las iluminaciones, así que elige la posición del sol y juega cuidadosamente con las sombras”.
4. Hora de editar. “La postproducción es una parte importante de lo que hacemos y puede llevar mucho tiempo, además de ser difícil. Siempre debes darle opciones a tu cliente o editor. ¡Incluso a ti mismo! Puedes aprender mucho del proceso de edición, de lo que funciona y lo que no funciona, cómo dos tomas a menudo pueden contar una historia mejor que una sola. Al principio es complicado, pero con la práctica aprenderás a ver con antelación qué puedes hacer para facilitar el trabajo final”.
¿Te sientes inspirado? Participa compartiendo tus clips, bien sean anteriores a la época del distanciamiento social como actuales. Emplea el hashtag #GetCreativeWithPorsche para que podamos compartir nuestros favoritos.
Si sólo hubiera dos sillas para sentar a los mejores fotógrafos del s. XX, sin duda una de ellas sería para Irving Penn. El gran genio de la imagen que revolucionó la fotografía, lo mismo retrataba una colilla que un cuadro, unos labios rotos de color que a los grandes intelectuales de la época como Truman Capote, Marcel Duchamp o Picasso. Con la misma fuerza y el mismo talento trataba la mirada de un sabio que un objeto sin vida. Sus imágenes cambiaron la historia de Vogue y otras revistas de moda. Siempre rozó el límite de la fotografía con ironía y exceso, ya fueran modelos de muchos kilos o labios con herramientas.
Se celebran los cien años del nacimiento del artista con una exposición antológica en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York que reivindica su figura bajo el título de Centennial. Decía Ivan Shaw, director de fotografía para Vogue, que Penn todo lo hacía bien: el retrato, la moda, los objetos. Pocos fotógrafos son capaces de moverse con tanta facilidad en las alturas. Su blanco y negro no te dejaba indiferente, pero sus imágenes de lifestyle estaban llenas de vida. Sus trabajos publicitarios para firmas como L’Oréal y su tratamiento de la imagen rompió para siempre la barrera entre lo comercial y la artesanía. Como él decía, retratar un pastel también puede ser arte.
Hijo de emigrantes rusos, la pintura siempre fue su sueño, pero con sus instantáneas creó obras tan inmortales como las que aparecen en los lienzos. Por eso, ahora el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York le rinde un merecido tributo y celebra el centenario del nacimiento del artista. Sus trabajos meticulosos hacían pensar a los críticos que se pasó media vida detrás de la cámara y la otra mitad en el laboratorio o pensando en composiciones.
Cualquier fotógrafo de estudio hoy tiene en Irving Penn la mayor referencia, pues hasta la colilla de un cigarro tras un disparo se convertía en una obra única. Sus primeras imágenes en revistas de moda fueron retratos impecables de alta costura, con una elegancia sorprendente y una luz que cambió la mirada de las publicaciones de estilo. Su capacidad para pasar de los ojos de un pintor a una naturaleza muerta es admirable. La exposición Irving Penn: Centennial repasa como nunca antes todas las disciplinas que dominó el artista, con 70 años de carrera en imágenes de gran impacto en soportes y técnicas como la fotografía, el grabado o la pintura.
La muestra recorre sus diferentes caminos: carteles para la calle, incluyendo ejemplos de trabajos tempranos en Nueva York, el sur de Estados Unidos y México; moda y estilo para varios títulos internaciaonales y con muchas fotografías clásicas de Lisa Fonssagrives-Penn, la ex bailarina que se convirtió en la primera supermodelo, así como en esposa del artista; retratos de indígenas en Cuzco, Perú; pequeños cuadros de trabajadores urbanos; rostros de personajes de la cultura muy queridos, que van desde Truman Capote, Joe Louis, Picasso y Colette a Alvin Ailey, Ingmar Bergman y Joan Didion; retratos de los ciudadanos de Dahomey (Benin), Nueva Guinea y Marruecos vestidos de manera fabulosa; los últimos muertos de Morandi; desnudos voluptuosos; y gloriosos estudios de color sobre las flores.
La belleza en su concepción original. Además, se aprecia cómo el artista va transmitiendo las tendencias culturales de la época, y también su capacidad para hacer retratos comerciales. Su cuerpo de trabajo también muestra el auge de la fotografía en los años 70 y 80, época en que las revistas de moda tienen su esplendor. Pero el mundo sofisticado en el que vive Irving contrasta con sus fondos sencillos. Un rincón, una esquina le servían como gran escenario. De hecho, su lienzo preferido estaba hecho de una vieja cortina de teatro encontrada en París, que había sido pintada suavemente con unas nubes grises y difusas. Este telón de fondo siguió a Penn de estudio en estudio.
Otros puntos destacados de esta magna exposición incluyen imágenes recién desenterradas del fotógrafo desde su tienda de campaña en Marruecos, algo inédito que descubre al artista lejos del glamur, como por ejemplo lo que realizó en México o en Cuzco, con retratos sobrecogedores.
Así, las formas, los rostros, las sombras, las miradas y la rebeldía hacen inmortal la obra de Irving Penn. Impactos provocativos, como desnudos voluptuosos o detalles sutiles, cuando en su foto de moda retrata a la modelo descalza, cansada ya de tanta sesión fotográfica. Elegancia y rotundidad, provocación y belleza, dos registros que sólo un genio como él puede llevar a la máxima expresión.