El mexicano que se convirtió en amuleto para Martin Scorsese

Gastón Pavlovich nació en Sonora, en Agua Prieta, donde comenzó a forjar sus sueño. Primero literatura, con Cervantes, Dostoyevski, Víctor Hugo… Después en el cine como guionista y ahora como gran productor de Hollywood, pues está detrás de los grandes proyectos de Scorsese, como Silencio o The Irishman, que ahora estrena con una expectativa universal sin precedentes.

La vida lo había colocado como funcionario público, igual que a Pedro Almodóvar, pero supo zafarse y empezar a crear sueños, uno de ellos, su primera producción y guión con El estudiante. Se enamoró del cine con películas como Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore, “que te llegan a la piel”, como dice.

 

 
 
 
 
 
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Honored to have received 10 total nominations from @theacademy, including Best Picture.

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Fue asumiendo nuevos retos hasta que el equipo de Scorsese se le acercó para proponerle un sueño largamente perseguido por el cineasta, rodar Silencio, una película religiosa que ningún estudio de Hollywood quería avalar, que mostraba el sufrimiento de los evangelizadores católicos que fueron perseguidos en Japón. Un tema difícil por el que Gastón apostó más de cincuenta millones de dólares, una locura para muchos, pero se ganó la confianza de Scorsese, Robert De Niro y todo Hollywood. Ahora se presenta en el mundo con el lanzamiento mundial de El irlandés, con Robert De Niro, Al Pacino, y Joe Pesci como figuras estelares y el lanzamiento del año en Netflix. Una bomba de éxito que es el fruto de su tesón, su coraje y su valentía. Quienes lo conocen lo saben.

Reconoce que le interesa el cine que apasiona: “Quiero tocar el corazón, la cabeza, [hacer] un cine que sientes y eso sólo puedes hacerlo cuando te pones en los zapatos de alguien más. Por eso me gusta trabajar con Scorsese, porque así son sus historias, sus personajes son reales, son seres humanos, los sientes, [tienen] algo que te afecta, y tienen diálogos fenomenales”.

Con el vértigo del éxito, sueña “lograr una empresa mexicana que esté compitiendo a nivel mundial”, como su productora, la Fábrica de Cine: “Que sea reconocida en el ámbito internacional, que compita por contar las mejores historias”.

Y se anima incluso a hacer documentales: “Ahora estamos preparando uno sobre la historia de los boxeadores mexicanos con el que nos vamos a identificar, porque ellos se distinguen”.

Se reconoce ambicioso en el buen sentido: “Pero debe existir un orden, me mueve la ambición por hacer cosas que lleguen a la gente”, declara. Es feliz cuando llega a casa con su familia, después de un viaje desde Cannes, Los Ángeles o Venecia, defendiendo guiones y proyectos. Es un héroe contemporáneo: “No me gustan los superhéroes porque me gusta la gente más ordinaria, como dice Scorsese”, y respeta a unos y a otros, el mundo del comic y al de la vida cotidiana.

Trabajar con Scorsese y De Niro le han cambiado la vida. Ahora llama a cualquiera en Hollywood y se ponen al teléfono. Y es consciente, reconoce que “el éxito de Silencio se completó con El irlandés; con la primera me posicioné en el mercado de Hollywood”. Ha trabajado con grandes estrellas, pero las maneja bien: “Conocer a Robert de Niro ha sido fácil, con su sencillez, con los pies en la tierra y pensando siempre en la calidad de la película; y sin embargo, el mundo de Scorsese es más complicado”, confiesa.

Tiene una visión emocional del cine. Sus primeras historias eran las de su abuelo, las vivencias que le narraba y veía en imágenes. Pero también tiene una mirada de negocio: “Se llama showbusiness, aclara. Es lo que funciona cuando “se logran conjuntar dos armas, la parte de show y del business. Muchos artistas hablan de ‘los del dinero’ como algo lejano, y yo creo que hay que juntar a los buenos de los dos lados; eso hace un productor”, sentencia.

Está rompiendo muros, lleva a México a todas partes y ahora está abierto a nuevos mercados: “Creo mucho en el cine universal. He producido en cuatro continentes, ahora voy a grabar en mi quinto, África, y creo que a las películas del idioma local les va muy bien. No creo que una película coreana tenga problemas al traérmela a México. Quiero expandirme por todo el mundo, armar alianzas y movimientos en Europa. Acabo de hacer un muy importante acuerdo con Endemol, porque traemos muchas historias que no caben en una película”. El acuerdo contempla el desarrollo y producción de series de ficción dramáticas para TV dirigidas al público de habla hispana e inglesa. El primer proyecto en el que trabajarán las dos compañías de manera conjunta es una serie sobre la historia de Antonieta Rivas Mercado, su singular trayectoria y personalidad, quien tristemente acabó por suicidarse en la catedral parisina de Notre Dame.

Gastón sabe muy bien del cine que le gusta: “Deseo que el cine mexicano sea universal, que enganche y que el público se identifique con sus personajes, que no se sientan lejanos y vivan la alegría, el amor, el miedo. Que te metas en la historia, que te toque la piel”.

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