Elogio de la camisa

Tal como la conocemos hoy, la camisa masculina es producto de la sombría y represiva era victoriana, que acabó con los frívolos encajes habituales en el atuendo de las clases elegantes de fines del XVIII –como el famoso Beau Brummell– e instituyó el cuello y la corbata de manera semejante a los modelos actuales, con la camisa abotonada por delante y no metiéndola por la cabeza. La burguesía recién nacida acogió con placer estos cambios e impulsó otros en aras de la comodidad, como el hecho de que los cuellos, que en principio eran muy altos y llegaban molestamente hasta las orejas, pasaran a doblarse para tener su forma actual. El hábito de usar cuellos y puños blancos con camisa de color es también un residuo de la costumbre victoriana que surgió como vigilancia contra la suciedad, ya que la camisa blanca lavada, planchada y almidonada era privilegio de unos pocos. Para la elección de la camisa podemos comenzar atendiendo a los cuellos. Estos, aunque sea sorprendente, se fabrican pegados a la camisa tan solo desde los años 30 del siglo pasado.

Para elegir el más adecuado existen algunas reglas básicas de fácil aplicación. Por ejemplo, cuanto más duro sea, más formal es la camisa. Además, los cuellos siempre deben tener contacto con la camisa en las puntas. Debemos ser conscientes de que el cuello no solo debe complementar el tipo de traje, sino también la fisionomía facial de quien lo lleva y el tamaño de su cabeza. En este sentido, las caras delgadas deben evitar los cuellos largos y preferir los altos y moderadamente abiertos. Los individuos con cara ancha y papada necesitan de un cuello estrecho, al margen de la forma de este, así como evitar los modelos abotonados.

Por lo demás, existen trucos y asociaciones básicas: cuanto más ancha sea la camisa más casual es; si tiene bolsillos en el frente, más informal; si el cuello es blando y sin varillas, lo mismo. Por su parte, gracias a los vaivenes de la moda, las camisas oscuras siempre son oportunas. En cuanto a los tejidos apropiados para hacer camisas, las posibilidades son variadas. Las de seda en tono natural son un clásico para ocasiones formales, así como lo son las de lino que se llevan en verano.

Si nos centramos en los algodones, la variedad es enorme, desde las ligeras batistas a los popelines o los más gruesos Sea Island, de la mejor calidad. Entre las camisas más empleadas se encuentra la Oxford, con más textura que las anteriores y que se utiliza especialmente en el tono azul claro, los fil à fil y los twill tanto en dibujo diagonal o de espiga. Para momentos casuales se usan la viyela y la franela, más toscas que las anteriores y las preferidas para hacer los famosos diseños de cuadros llamados Tattersall, que heredan su nombre de las mantas de un famoso criador de caballos.

Las rayas son un valor seguro en el que invertir sin miedo a las modas. Pero una raya no es igual a otra, y su uso tiene diferentes lecturas. Cuanto más estrecha sea la raya, más conservadora es la camisa, y si el fondo es blanco, todavía más. Sin embargo, las rayas pueden mezclarse siempre que sean de diferente calibre. Por ejemplo: traje de raya diplomática con camisa de raya superfina y corbata de rayas anchas.

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