Los secretos del éxito de Faber-Castell. “Un caso de estudio en Harvard”

Maderas de cedro, minas de grafito y un diseño elegante son símbolo de calidad. Tanto que recientemente crearon una colección para Bentley. Alrededor del lapicero, la familia Faber-Castell ha creado un imperio maravilloso, con sede en un castillo art nouveau alemán, y una empresa llena de leyendas. Hablamos con la novena generación de la más antigua y reconocida empresa de lápices de grafito y de color, con una historia de 250 años de arte y creación. Desde 1761, alguien en la familia Faber afilaba sus lápices en lo alto de alguna torre o castillo mientras la humanidad avanzaba entre guerras, inventos y revoluciones, sabiendo que alguien debe plasmarlo, porque el trazo jamás desaparecerá.

El conde Charles confiesa: “Esa herencia es una gran responsabilidad. Por un lado, es un compromiso y, por otro, una oportunidad. Cada generación ha tenido la posibilidad de crecer; mi padre era muy tradicional, apreciaba el pasado, los archivos, la historia, que para nosotros es importante. El coffee table book que hemos creado habla de la historia de la compañía y refleja esa pasión a lo largo de los siglos. Nuestra firma respeta la tradición: si conoces el pasado puedes construir el futuro”. Mientras habla, juega entre sus dedos una pluma fuente.

“Nuestra firma respeta la tradición. Si conoces el pasado, puedes construir el futuro”, Charles Von Faber-Castell.

Pero la firma no se queda en la nostalgia, se renueva: “Cuando hablamos de innovación no hablamos de telefonía digital. Para nosotros son valores de artesanía, pequeños pasos, detalles. Debo destacar nuestro compromiso con la sustentabilidad, por ejemplo. Mi padre inició la reforestación de Brasil: todo lo que usamos es sustentable, porque es muy importante para nuestra empresa trabajar de manera honesta para la sociedad. Desde hace tiempo se apoya el crecimiento de los bosques; cada año replantamos un millón de árboles. Las nuevas generaciones están muy comprometidas, con la defensa del planeta y buscamos mejorar la naturaleza y las comunidades donde trabajamos”.

El Conde, que estuvo en Ciudad de México para presentar la pluma del año 2019 dedicada a la cultura nipona, Samurái, cree que el lápiz, a pesar de su sencillez, puede ser un objeto de lujo: “Es genuino, puedes escribir una carta y cien años más tarde leerla. La gente ahora busca la simplicidad, pero escribir es una experiencia diferente, es manual y va muy unida al cerebro, pues se recuerda mejor lo que se anota. Volvemos a nuestras raíces”.

La firma alemana colaboró con Karl Lagerfeld de manera excepcional creando una caja de colores que es un sueño para niños y adultos. “Karl era amigo de mi padre y tenían una larga relación de décadas. Lagerfeld era un enamorado de Faber-Castell, por eso esta colaboración tenía un sentido natural. Es un producto de calidad, trabajo artesano y atractivo diseño. Eso es importante.

“Hay un lápiz para cada ocasión, con muchas variedades técnicas: para dibujar, diseño de arquitectura, escribir, colorear; tenemos un modelo jumbo, de tacto fuerte, grueso, sólido. Así, cuando dibujas, cuando sacas punta, hasta el sonido es una experiencia, porque las cosas que hacen únicas al escribir con lápiz”, declara emocionado. “Escribir con una buena madera, la punta suave de un buen lápiz o pluma, nunca podrá replicarse con otra herramienta”. Para Faber-Castell es claro que la gente vuelve a las raíces: “Trabajamos en diferentes países con artistas, y vemos la sensibilidad en todo el mundo”, agrega.

La empresa fue fundada en 1761 por el Baron Lothar von Faber, pionero en hacer del lápiz un producto genuino. Su trayectoria impecable le ha unido otras compañías: “Exploramos acuerdos con otras empresas que comparten nuestros valores de calidad, artesanía, excelencia y atención al detalle, como Bentley”. Dos mundos de diseño y lujo de perfección. Reconoce que su mujer, colombiana, le ayuda a ser optimista y ve oportunidades porque el mundo se mueve muy rápido, y los clientes aprecian la calidad. Lo hemos visto en México, donde se aprecia la artesanía y la creatividad. El caso Faber-Castell se estudia en Harvard como un ejemplo de empresa que sobrevive siglos a las innovaciones y revoluciones tecnologías. El rastro del lápiz y el placer de la escritura que disfrutaron Nabokov y Hemingway no desaparecerá. Y los Faber-Castell lo saben.

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