Piezas que tienen un valor emocional más allá de ser una colección de oro y piedras preciosas y que contienen una reflexión y un significado. La figura geométrica de Melanóforis habla de lo racional. Las manos representan la generosidad, la apertura, y la protección. El babuino representa la audacia, la intrepidez, la agilidad. La luna son las emociones, el instinto, lo maternal, la creatividad. Y el sol es la vida, la belleza, la luz.
Las joyas que acaba de presentar en la Casa de Córdoba y mostrará durante Galery Weekend, en la galería Colima 160, quieren ser las piezas preciosas de su obra, un símbolo muy destacado, una especie de antología de los símbolos más emblemáticos de su creación. Realizadas con oro de 18 quilates, esmeraldas, rubíes, zafiros y diamantes de gran pureza y claridad, han sido trabajadas por maestros orfebres artesanos.
Más de seis meses ha costado crear esta colección de seis piezas, donde se han cuidado mucho los detalles, tanto de los materiales como en la precisión de las formas, que Friedeberg ha depurado y supervisado con esmero. La creación del logotipo de la marca, lleva la tipografía única del maestro, la escritura de su mano y cada joya va firmada con un diamante, pequeños detalles que se van descubriendo poco a poco. La caja donde se presentan las joyas, una figura cúbica donde se superponen los cubos y cuyo diseño es ya, en sí, una obra de arte.
Todas las piezas creadas por Pedro Friedeberg son una extensión de su arte. De la pintura a la joyería, un paso natural que otros grandes artistas han realizado, como Dalí, Picasso o Leonora Carrington, una evolución de su arte, de su proceso creativo. Las joyas son piezas limitadas. Una singular selección de los símbolos más emblemáticos de uno de los artistas más universales e irreverentes de México.