IWC, una aventura a través del tiempo

Una ruta de 43 mil kilómetros y 30 países es el destino que emprenderán dos pilotos en una aventura por recorrer el mundo a bordo de un Spitfire MK IX original que sirvió durante 1943 en la Segunda Guerra Mundial. Para esta misión, que lleva por nombre The Longest Fly, la firma lo ha rebautizado con el nombre de Silver Spitfire.

 

Pero la aventura de esta casa relojera no se detiene en cruzar el globo terráqueo, sino que también es el pretexto perfecto para lanzar toda una colección inspirada en este icónico avión de caza, originalmente creado para la Royal Air Force británica (RAF) y que fue usado como uno de los aviones de los aliados durante la guerra.

Como es de esperarse, el avión en cuestión necesitó de una restauración integra, donde intervinieron más de una docena de especialistas en diversas disciplinas que dio como resultado un acabado plateado cromo que es fácilmente distinguible por los aires.

El renovado Silver Spitfire será pilotado por Boltbee Brooks y Matt Jones, quienes recientemente despegaron del aeródromo localizado en la zona de Goodwood Estate en Inglaterra. Sí, donde también se celebra cada año el circuito de competencia automovilística del mismo nombre.

Previo al despegue se realizó una cena privada con los pilotos y todo su personal, donde también estuvo presente Christophe Grainger-Herr, CEO de IWC Schauffhausen.

El día del despegue oficial de esta aeronave se realizó una gran fiesta de despedida donde se dieron cita poco más de 400 personas, entre las que destacó la actriz británica Rosemund Pike, el actor Finn Cole y Taron Egerton.

Esta aventura inicia en Islandia para después llegar a Canadá y Estados Unidos y, durante toda ella, cada uno de los pilotos cronometrarán su viaje con el reloj de aviador Timezoner Spitfire The Longest Fly, que tiene como principal característica la de fijar la hora de un huso horario diferente con tan sólo girar el bisel al país deseado. Su caja de 46 mm recuerda el brillo del Spitfire, ya que es de acero. La puesta de husos horarios se logra gracias al confiable calibre 82760 de carga automática con una reserva de marcha de 60 horas. Ajusten sus relojes y que comience el vuelo.

Si sólo hubiera dos sillas para sentar a los mejores fotógrafos del s. XX, sin duda una de ellas sería  para Irving Penn. El gran genio de la imagen que revolucionó la fotografía, lo mismo retrataba una colilla que un cuadro, unos labios rotos de color que a los grandes intelectuales de la época como Truman  Capote, Marcel  Duchamp  o Picasso. Con la misma fuerza y el mismo talento trataba la mirada de un sabio que un objeto sin vida. Sus imágenes cambiaron la historia de Vogue y otras revistas de moda. Siempre rozó el límite de la fotografía con ironía y exceso, ya fueran modelos de muchos kilos o labios con herramientas.

Se celebran los cien años del nacimiento del artista con una exposición antológica en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York que reivindica su figura bajo el título de Centennial. Decía Ivan Shaw, director de fotografía para Vogue, que Penn todo lo hacía bien: el retrato, la moda, los objetos. Pocos fotógrafos son capaces de moverse con tanta facilidad en las alturas. Su blanco y negro no te dejaba indiferente, pero sus imágenes de lifestyle estaban llenas de vida. Sus trabajos publicitarios para firmas como L’Oréal y su tratamiento de la imagen  rompió para siempre la barrera entre lo comercial y la artesanía. Como él decía, retratar un pastel también puede ser arte.

Hijo de emigrantes rusos, la pintura siempre fue su sueño, pero con sus instantáneas creó obras tan inmortales como las que aparecen en los lienzos. Por eso, ahora el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York le rinde un merecido tributo y celebra el centenario del nacimiento del artista. Sus trabajos meticulosos hacían pensar a los críticos que se pasó media vida detrás de la cámara y la otra mitad en el laboratorio o pensando en composiciones.

Cualquier fotógrafo de estudio hoy tiene en Irving Penn la mayor referencia, pues hasta la colilla de un cigarro tras un disparo se convertía en una obra única. Sus primeras imágenes en revistas de moda fueron retratos impecables de alta costura, con una elegancia sorprendente y una luz que cambió la mirada de las publicaciones de estilo. Su capacidad para pasar de los ojos de un pintor a una naturaleza muerta es admirable. La exposición Irving Penn: Centennial repasa como nunca antes todas las disciplinas que dominó el artista, con 70 años de carrera en imágenes de gran impacto en soportes y técnicas como la fotografía, el grabado o la pintura.

La muestra recorre sus diferentes caminos: carteles para la calle, incluyendo ejemplos de trabajos tempranos en Nueva York, el sur de Estados Unidos y México; moda y estilo para varios títulos internaciaonales y con muchas fotografías clásicas de Lisa Fonssagrives-Penn, la ex bailarina que se convirtió en la primera supermodelo, así como en esposa del artista; retratos de indígenas en Cuzco, Perú; pequeños cuadros de trabajadores urbanos; rostros de personajes de la cultura muy queridos, que van desde Truman Capote, Joe Louis, Picasso y Colette a Alvin Ailey, Ingmar Bergman y Joan Didion; retratos de los ciudadanos de Dahomey (Benin), Nueva Guinea y Marruecos vestidos de manera fabulosa; los últimos muertos de Morandi; desnudos voluptuosos; y gloriosos estudios de color sobre las flores.

La belleza en su concepción original. Además, se aprecia cómo el artista va transmitiendo las tendencias culturales de la época, y también su capacidad para hacer retratos comerciales. Su cuerpo de trabajo también muestra el auge de la fotografía en los años 70 y 80, época en que las revistas de moda tienen su esplendor. Pero el mundo sofisticado en el que vive Irving contrasta con sus fondos sencillos. Un rincón, una esquina le servían como gran escenario. De hecho, su lienzo preferido estaba hecho de una vieja cortina de teatro encontrada en París, que había sido pintada suavemente con unas nubes grises y difusas. Este telón de fondo siguió a Penn de estudio en estudio.

Otros puntos destacados de esta magna exposición incluyen imágenes recién desenterradas del fotógrafo desde su tienda de campaña en Marruecos, algo inédito que descubre al artista lejos del glamur, como por ejemplo lo que realizó en México o en Cuzco, con retratos sobrecogedores.

Así, las formas, los rostros, las sombras, las miradas y la rebeldía hacen inmortal la obra de Irving Penn. Impactos provocativos, como desnudos voluptuosos o detalles sutiles, cuando en su foto de moda retrata a la modelo descalza, cansada ya de tanta sesión fotográfica. Elegancia y rotundidad, provocación y belleza, dos registros que sólo un genio como él puede llevar a la máxima expresión.

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