El barrio de Saint Germain des Prés es un hervidero de gente un sábado por la tarde. Y más en los largos días de verano. La capital francesa parece haber olvidado sus estrictos confinamientos de los dos últimos años, dispuesta a vivir un presente al máximo y encarar un futuro mejor. Flâner (pasear sin rumbo) es un verbo que los parisinos y foráneos llevan a la práctica; agradable ejercicio además que les permite descubrir nuevos lugares, así como clásicas instituciones que muestran una renovada carta, en el caso de los restaurantes; exposiciones curiosas, en lo relativo a museos y galerías, o lo último en diseño y firmas de accesorios.
Nosotros, en nuestra flânerie o paseo, vamos a dejarnos llevar, como el poeta, con ojos de niño; es decir, ser curiosos, atravesando el Sena, de la rive gauche (orilla izquierda), a la rive droite (orilla derecha) las veces que haga falta. Porque siempre es sumamente grato. Y más ahora, aún en época estival.
Todo podría empezar en un café, de lo más parisino, de buena mañana y con un croissant caliente en la mano. Decidimos hacerlo en un hotel que abrió sus puertas en septiembre pasado, le Cheval Blanc Paris (8, quai du Louvre). Este establecimiento de gran lujo, que ocupa uno de los edificios de la tienda departamental La Samaritaine, propone poco más de setenta habitaciones, así como un restaurante tres estrellas Michelin, a cargo del chef Arnaud Donckele. Desde allí divisamos el Pont-Neuf, el puente más antiguo de la ciudad, el que en la década de los ochenta empaquetara el artista Christo.
Por el mencionado Pont-Neuf, oímos sonidos de trompeta en nuestra mente, que nos remiten a Boris Vian, que además fue escritor, y encaminándonos por la rue Dauphine, y más tarde hacia el boulevard Saint-Germain, pasamos delante de Agata, un simpático restaurante-pizzería, no muy lejos de la brasserie LIPP, que tanto gustaba al autor de L’écume des jours (La espuma de los días). Y no nos detendremos, no porque no resulte interesante, que siempre lo es, sino porque tenemos como destino otro hotel: el Pavillon Faubourg Saint Germain (3, rue du Pré aux Clers). Con cinco estrellas e inaugurado hace unos meses, está dirigido por una familia: los Chevalier. Situado en un enclave tranquilo y al mismo tiempo céntrico, tiene suites que llevan nombres de escritores ilustres como James Joyce, quien finalizara su Ulises en espacios que hoy pertenecen al hotel. Hay que destacar su restaurante, con un muy atinado nombre, Les Parisiens, donde hay platos, como el lenguado, que merecen un premio.
Si lo que al lector le seduce es un lugar cargado de historia y de lo más francés, nada como Le Bistrot de Paris (33, rue de Lille). Allí acudía a menudo el músico Serge Gainsbourg, que residía muy cerca, y cuyo museo verá muy pronto la luz. Clásica cocina francesa, a la que, a pesar de la estación cálida, muchos no se resisten. Como tampoco lo harán con los linguine a la langosta de Bretaña que propone Época (17, rue Oudinot), del chef italiano Denny Imbroisi, en el mismo barrio.
¿Brunch en el restaurante de un museo o en uno cercano a un templo del arte? Una idea que a muchos seduce, y que por ejemplo podría llevarse a cabo en Le Camondo (61 bis, rue Monceau), que dirige la chef Fanny Herpin; junto al museo de artes decorativas de quien fuera un gran esteta, el conde Nissim de Camondo, en el elegante distrito 8 de la capital.
Tras tantas alegrías para el estómago, toca retomar nuestro paseo por un París que ve cómo históricos nombres de otros tiempos, como Desmalter (16, rue de l’Arcade), resurgen de la mano de Fedor Savchenko: bolsos, accesorios de toques reales –se fundó en 1775–, para los amantes de la distinción, de las series pequeñas, y por tanto de las firmas de nicho. Primera vitrina, y a la que sin duda seguirán otras, en Francia y en el mundo.
Como Elie Saab, pero en este caso con su línea Maison, que tras abrir en Beirut y Milán, lo ha hecho en París (39, avenue Pierre Ier de Serbie). Cada vez crece el interés de los nombres de moda por vestir también el interior de los hogares, barcos y jets. Y Saab lo ha hecho cerca de dos centros fabulosos de belleza, La Biosthétique (en el número 35 de la misma avenida) y Cercle Delacre (17, avenue George V), este solo para caballeros, y al que acudían personalidades de la moda como Yves Saint Laurent y Hubert de Givenchy. Precisamente, en junio Christie’s sacaba a subasta más de mil doscientos lotes de muebles y objetos decorativos de este último, cuyo precio total sobrepasó los cien millones de euros.
En el campo del diseño y del arte, hay multitud de novedades, empezando por los muebles de interior y exterior de La Chance (4, rue de la Pierre Levée), firma presente en Collectible, esa selecta feria de arte y al mismo tiempo laboratorio de interesantes talentos, que tiene lugar en Bruselas cada año, con creaciones en algunos casos dignas de museo. Y ya que hablamos de museos, reabre el de Cluny, dedicado a la Edad Media, mientras la Escuela de Bellas Artes propone Végétal –hasta el 4 de septiembre–, un viaje de la mano de Chaumet y el botanista Marc Jeanson al mundo de plantas y flores, por medio de grandes obras de arte venidas de algunos de los museos más prestigiosos, así como colecciones privadas y, por supuesto, joyas de la mencionada firma, muchas de ellas inéditas e inspiradas en la naturaleza.
Y para los amantes del color, y en concreto de uno de ellos, el rosa schocking, el que creara la italiana Elsa Schiaparelli (1890-1973), la diseñadora más surrealista de la moda, no se vayan a perder la exposición en el Museo de las Artes Decorativas, que se prolongará hasta enero del próximo año.
Una mujer, la “Schiap”, eterna enemiga de Gabrielle Chanel, que bien podría figurar en uno de los libros del escritor Jean Chalon, gran especialista en biografías de mujeres (María Antonieta, Colette, Natalie Barney…), y con quien cerramos este recorrido por París, en su residencia del distrito 17, rodeados de bustos de la última reina de Francia y libros, muchos libros. Y lo hacemos recordando aquella frase de François Mauriac, donde menciona que la lectura es “una puerta abierta a un mundo encantado”.