“Es el lugar más maravilloso del mundo” dijo Winston Churchill, y hoy muchos viajeros lo afirman. Se encuentra en Marruecos, en la ciudad mágica de Marrakech, a pocos minutos caminando de una de las medinas más atractivas del mundo árabe, con la plaza Yamaa el Fna, como centro neurálgico, cerca de la imponente mezquita de Kutubia. Es un escenario vibrante, bullicioso, donde todo se vende y se compra, joyas, muebles, telas, artesanías, cristales, vajillas, comida, jugos, monos y serpientes se suman al espectáculo exótico, a pocos pasos está la calma suprema. Las puertas imperiales del hotel que se abren para recibirnos. Las traspasamos. Ahora solo hay silencio y aromas de fragancias suaves. Atravesamos un jardín y otra puerta más majestuosa nos da la bienvenida, escoltados por guardias uniformados entramos en un salón muy amplio iluminado por una lámpara gigante. Una pieza maestra creada para celebrar los 100 años de La Mamounia. Se trata del llamado Candelabro del Centenario, una lámpara escultórica que se asemeja a dos collares suspendidos en el aire, homenaje a las culturas locales e internacionales. Está integrada perfectamente en el techo de forma piramidal y ya ha sido bautizada por los huéspedes como el Bijou de la Grande Dame o Joya de la Gran Dama, fue concebida como una escultura luminosa, como dos collares de grandísimas dimensiones que recuerdan el esplendor de un adorno bereber.

Nos rodea una elegante decoración árabe con toques y objetos Art Déco. Dos salones, con curvas facetadas, fueron diseñados a medida para recibir a los recién llegados, permitiéndoles sumergirse en la cultura local a través de obras de arte que representan escenas de la vida marroquí, mientras la saborean degustando un té de menta o unos dátiles. Muy cerca nos espera el Bar Churchill, en homenaje a unos de sus visitantes ilustres, que saboreaba cada minuto en La Mamounia, leyendo y pintando mientras veía los jardines del Palmeral. Coctelería de altura, otro bar que debe su nombre a otro ilustre visitante: Jacques Majorelle, artista de pintura orientalista que ya dibujaba en sus jardines hace más de un siglo. Después compró dos villas en Marrakech, una de ellas la adquirió después Yves Saint Laurent, en lo que hoy se conoce como Los jardines de Majorelle, visita obligada para quien llega a la ciudad roja.

Para encontrar el origen del nombre de La Mamounia hay que remontarse hasta el siglo XVIII. Su historia comienza con el rey Sidi Mohamed Ben Abdallah, que tenía por costumbre obsequiar a sus hijos, como regalo de bodas, una casa con jardín. Sus cuatro hijos, Abdessalam, Mamoum, Moussa y Hassan dieron nombre a los jardines que recibieron del Rey. Aunque estos jardines (arsats) aún son conocidos hoy en día, solo el arsat Al Mamoun, que perteneció al príncipe Mamoun, alcanzaría la fama, inspirando el nombre de La Mamounia. Se dice que, para divertirse, el príncipe solía organizar en él extraordinarias garden parties (fiestas de jardín conocidas en árabe como nzaha), hábito muy popular en numerosas ciudades marroquíes.

El magnífico jardín de palmeras ha sido recorrido por grandes personalidades como Charlie Chaplin en 1955, quien recibió una gran bienvenida en el hotel; la misma que Marcello Mastroianni, Youssef Chahine (director de cine egipcio), Claude Lelouch, Jean-Jacques Annaud, Oliver Stone, Luc Besson, Francis Ford Coppola o Martin Scorsese. Tampoco han faltado iconos del mundo cinematográfico como Kirk Douglas, Charlton Heston, Yul Brynner, Omar Sharif, Joan Collins, Nicole Kidman, Silvester Stallone, Richard Gere, Susan Sarandon, Tom Cruise, Sharon Stone, Kate Winslet, Charles Aznavour, Jean-Paul Belmondo, Catherine Deneuve, Alain Delon, Ornella Muti, Claudia Cardinale o Sophie Marceau, entre otros.

Grandes nombres del mundo de la moda como Jean Paul Gaultier, Versace, Valentino o el mencionado Yves Saint Laurent. También dirigentes de todo el mundo desde Charles De Gaulle a monarcas y presidentes, Roosvelt, Carolina de Mónaco o Re- agan. Reyes de la música como Los Rolling Stone, Elton John o Julio Iglesias. Siguiendo en la amplia entrada de bienvenida donde conviven bares, pastelerías, —no cualquiera, la del mismísimo Pierre Hermé, nombrado mejor confitero del mundo—, así como boutiques, entramos en un universo sofisticado y elegante. Las tiendas de marcas exclusivas conviven con la de artesanía local, que también es un lujo y puedes llevarte piezas de cerámica árabe, diseños contemporáneos, vajillas, trabajos textiles únicos.

Con una elegancia poco común. No muy lejos de ahí, una puerta tentadora, otro mundo que traspasar: el spa. Nos tiene preparado un recibimiento especial con sus aguas termales y una alberca cubierta que es propia de un palacio con la cama de relax presidiendo las aguas de este rincón arquitectónico maravilloso. Este espacio se alza en 2,500 metros cuadrados, tres hammams, dos tradicionales y uno privado. Así como diez cabinas multitratamiento. El estudio Jouin-Manku, formado por el diseñador francés Patrick Jouin y el arquitecto canadiense Sanjit Manku, fue el seleccionado para llevar a cabo la gran renovación de La Mamounia en 2020 y de nuevo en 2023 para la renovación del centenario. Con elegancia han transformado los espacios comunes, las terrazas y la atmósfera de un hotel que a pesar de un siglo de historia tiene un aire de lujo contemporáneo.

La gastronomía está a la altura del escenario con un restaurante italiano, donde ves elaborar la pasta fresca, un asiático sofisticado con el plato estrella de pato laqueado, pero con una mirada abierta a todo oriente de norte a sur. En el corazón del parque, ubicado en un riad, se encuentra el restaurante árabe, Le Marocain: un lugar en donde se puede disfrutar de la cocina local, tajines, pasteles, aromas y sabores que combinan tradición y modernidad. Dispone de tres niveles y terraza. La alberca rodeada de palmeras es otra de las postales que nos llevamos de La Mamounia. Un lugar para leer, descansar y desayunar.

Le Pavillon de la Piscine, completamente renovado, representa una oda a la belleza y el placer. En el centro, una gran lám- para circular de tela y metal domina el conjunto. Y justo debajo, se ubica una bella fuente de cerámica azul, donde se sirven las delicias del desayuno, un almuerzo tipo buffet, además del famoso brunch de los domingos. Otra sorpresa es la Enoteca. Allí, en el subsuelo, se encuentra uno de los tesoros mejor guardados por los sommeliers de La Mamounia: más de 2 mil botellas excepcionales y únicas dispuestas alrededor de una magnífica mesa con capacidad para 12 personas. Las habitaciones, propias de un palacio árabe. Su decoración es de una riqueza artesana y elegancia excepcional. Muchas dan al jardín de palmeras donde el sol siempre es un espectáculo. Un paisaje inspirador en uno de los mejores alojamientos del mundo, 65 suits, 6 especiales y 3 riads son las estancias privilegiadas. Solo con pasar la puerta de este lugar mágico, La Mamounia, uno ya se siente parte de la leyenda y quieres que pasen las 1001 noches.
