Con más de cincuenta años en tierras mexicanas, bodegas Domecq, una de las pioneras en los viñedos de Valle de Guadalupe, renueva su imagen y subraya su mexicanidad. Con una constante labor de innovación, esta etiqueta consagrada entre las más destacadas de México afirma su vocación de ser un símbolo de la calidad de los vinos de nuestro país. La inspiración son los arcos emblemáticos que nos reciben al llegar a la bodega, ya un templo del buen vino, con grandes enólogos como Alberto Verdeja, director de la bodega y winemaker. El dibujo línea, simple de los arcos se llena de color en cada etiqueta. Domecq Chateau ofrece un vino rosado con tonos similares en el logotipo, mientras que la versión de vino tinto con cosecha seleccionada tiene unos tonos más oscuros. Amarillos y azules dominan la etiqueta de Domecq Chateau blanco.
Una imagen limpia, moderna y cercana. Los arcos –como hemos señalado– se inspiran en la arquitectura tradicional de la bodega. Pero no solo es un recurso visual, los arcos simbolizan un puente entre el pasado y el futuro, entre generaciones, una silueta que habla de identidad y de evolución sin perder las raíces. Los valores de bodega están representados, como una familia de vinos diversa, abierta, cercana y consciente. Estos arcos vieron crecer los primeros vinos del Valle de Guadalupe.
Ahora con una paleta inspirada en la paleta cromática mexicana habla de su pasado y su visión de futuro. La presentación de la etiqueta se hizo junto al chef Pepe Salinas, de El Balcón del Zócalo, uno de los numerosos restaurantes con los que Domecq se alía para impulsar la gastronomía y los vinos mexicanos. Verdeja con más de 26 años elaborando vinos en Domecq, agradece toda la herencia y el cúmulo de experiencias que engloban las botellas de Domecq, con vinos que evolucionan y son referencia. Y afirma: Detrás de la botella tiene que haber esencia. El punto definitivo del vino está en la copa. No nos juzgan por la etiqueta o por el corcho. Brindemos por el vino mexicano”.
