Mario Vargas Llosa, un gigante de la literatura

Con su muerte la literatura pierde a uno de los autores cumbre de este siglo. Tuvo todos los galardones, premio Nobel de Literatura, Príncipe de Asturias, Miguel de Cervantes, doctorado honoris causa de las universidades de Oxford, Harvard, Yale y la Sorbona de París, entre otras, miembro de la Real Academia de la Lengua y de la Académie fraçaise. Unió su destreza literaria con su compromiso democrático, la defensa de la tolerancia y el entendimiento entre los pueblos.

Tuvo una vida sentimental novelesca, que le inspiró algunos de sus libros. Se casó con su tía política, 12 años mayor que él, “La tía Julia”, se casaron en secreto y después huyeron de Perú con cierto escándalo rumbo a París. “El tiempo, en vez de acortar la diferencia de edad, la iría dramatizando hasta convertir nuestra relación en algo artificial”. Confesó el escritor. La pasión terminó. La tía Julia y el escribidor, relata su historia de amor. Una de sus obras más celebradas.

Su siguiente pareja fue una prima, Patricia Llosa. Coincidía con la terminación de su primera novela, La ciudad y los perros. Con ella tuvo tres hijos, Álvaro, Gonzalo y Morgana, con quien publicó un libro sobre Gauguin con fotos del paraíso de Tahití. Tuvo una gran pelea con su amigo Gabriel García Márquez atribuido a un “lío de faldas”, algunos sugirieron que pudo ser por Patricia. “Sin ella mi vida se hubiera disuelto en un torbellino”, declaró.

Y en 2015 inició una relación que mereció portadas de Hola, junto a Isabel Preysler. Los últimos días de su vida regresó a Perú y se reconcilió con su familia y sus raíces. Nació en Arequipa Perú en 1936, no conoció a su padre hasta los diez años. Durante todo ese tiempo, no le dijeron que los había abandonado, sino que estaba muerto. Cuando conoció a su padre se oponía a que escribiera, lo que reforzó más su vocación. Conversación en La Catedral, Pantaleón y las visitadoras, La guerra del fin del mundo o La Fiesta del Chivo fueron forjando la obra de uno de los grandes autores del boom latinoamericano y del siglo.

“Creo que al menos la mitad de los libros que he escrito le deben al periodismo experiencias, ideas de historias —dijo en El País—. No le gustaba la frase de Borges: “muchas cosas he leído, pocas he vivido”. En 2010 cuando recibió el Nobel afirmó: “Este premio no me convertirá en estatua”. Un escritor apegado a la realidad y comprometido, se presentó a presidente de su país, Perú. Trabajaba la literatura como un artesano hasta conseguir el reconocimiento universal.

Aprendió a leer a los cinco años, y fue el acontecimiento que marcó su vida. Relató con emoción su vida con las letras en el discurso del Premio Nobel: “Creo que hice lo justo, pues si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, libertad, prosperidad y justicia, ella no hubiera existido nunca. Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida”.

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