Con más de medio centenar de películas, Redford fue mucho más que un galán de la pantalla grande. Ganó un Oscar como director por Ordinary People (Gente corriente) y fue el impulsor del Festival de Cine de Sundance, plataforma que dio voz a generaciones de cineastas independientes. Además de su carrera artística, dedicó parte de su vida al activismo político y social, alzando la voz en defensa del medio ambiente y los derechos de los pueblos originarios de Estados Unidos.
Charles Robert Redford Jr. nació en Santa Mónica, California, el 18 de agosto de 1936. Su infancia y adolescencia estuvieron lejos de ser idílicas: en la escuela se unió a una pandilla, llegó a ser arrestado por conducir un auto con joyas robadas y fue expulsado de la Universidad de Colorado por problemas de alcohol. La muerte prematura de su madre lo marcó profundamente. Viajó entonces a Europa, donde estudió arte en París y Florencia. Aquella experiencia transformó su visión del mundo y, al regresar a Estados Unidos, decidió inscribirse en la Academia de Arte Dramático de Nueva York, inclinándose pronto por la actuación.
Redford debutó en cine en 1960 con un papel menor en Tall Story (Juego de amor), junto a Jane Fonda, con quien forjaría una larga amistad. Tras varios trabajos en televisión y teatro, alcanzó la fama en Broadway con Barefoot in the Park, obra que luego llevaría al cine en 1967, nuevamente junto a Fonda. El gran reconocimiento llegó en 1969 con Butch Cassidy and the Sundance Kid (Dos hombres y un destino), al lado de Paul Newman. El dúo se repetiría en The Sting (El golpe), consolidando una de las asociaciones más memorables de Hollywood. Durante los años 70 protagonizó títulos fundamentales como All the President’s Men (Todos los hombres del presidente), sobre el escándalo de Watergate, que produjo él mismo. En los 80, Redford debutó como director con Gente corriente, filme que lo consagró con el Oscar a mejor dirección y mejor película.
Ese mismo espíritu de independencia lo llevó a fundar el Festival de Cine de Sundance en 1981, que pronto se convirtió en el escaparate más importante del cine alternativo estadounidense. Allí vieron la luz películas que luego serían de culto, como Donnie Darko, El proyecto de la bruja de Blair o Perros de reserva. Aunque alternó éxitos como Memorias de África o El susurrador de caballos con cintas menos afortunadas, nunca perdió relevancia. Como director impulsó la carrera de Brad Pitt con El río de la vida y compartió pantalla con él en Juego de espías. Incluso incursionó en el cine de superhéroes, interpretando al villano Alexander Pierce en Capitán América: El Soldado de Invierno.
Su trayectoria fue reconocida con numerosos premios: un Oscar honorífico en 2002, la Legión de Honor en Francia, el León de Oro en Venecia y la distinción del Kennedy Center, entre otros. Retirado en su casa de Utah en los últimos años, Redford representaba la figura del actor completo: estrella de Hollywood, director respetado, activista y mentor de nuevas generaciones. Tras conocerse la noticia de su muerte, colegas y amigos expresaron su pesar. Jane Fonda lo describió como “un hombre hermoso en todos los sentidos”, mientras que Meryl Streep, su compañera en Memorias de África, escribió: “Hoy ha muerto un león. Descansa en paz, querido amigo”. Con su partida, el cine pierde a uno de sus últimos grandes ídolos.