En un ejercicio de estética y técnica mecánica la firma suiza Mido, consentida por los consumidores mexicanos, ha lanzado un nuevo guardatiempos que celebra las líneas de aquellos autos de rasgos musculosos, deportivos y con potentes motores. Hablamos del Mido Commander Gradiente que como principal característica ha expuesto el calibre 80 que lo impulsa mediante el uso de una carátula de cristal ahumado que permite ver cada una de sus partes.
Los detalles deportivos de la pieza hacen perfecta sintonía con los rasgos de los potentes autos que gracias a sus motores V8 como en el caso del Corvette, alcanzan grandes velocidades, mientras que en el Mido Commander Gradiente el calibre le permite alcanzar la independencia de 80 horas para la reserva de marcha gracias a su rotor decorado con barras de Ginebra y el logotipo de Mido.
Desde su llegada al mercado en 1959 las piezas de la colección Commander se han distinguido por su estética clásica inspirada originalmente en la Torre Eiffel. Como ejemplo podemos observar las manecillas rectangulares, con barras de metal pulido, recuerdan el enrejado de hierro de la torre y que en este veloz capítulo se han estilizado y agregado en distintivo color naranja que da color al logotipo de Mido que en 2018 celebró sus primeros 100 años.
Son cuatro versiones las que acompañan a esta nueva colección Mido Commander Gradient: correa de tela negra con pespunte naranja, a la que le sigue una en PVD de acero o negro con un brazalete de acero y PVD de acero y oro rosa con una correa de cuero. En una clara referencia como diferentes caminos que deben tomarse al volante de un automóvil de carreras. Todos con una resistencia al agua de 50 metros y en caja de acero con un generoso tamaño de 40 mm.
Cabe mencionar que México representa para Mido el tercer país en interés en el consumo de sus piezas y por ellos la sede Mido México fue la encargada de desarrollar todo el concepto del reloj hasta las imágenes de la campaña. “Estamos muy orgullosos del resultado, así como de la confianza y libertad que nos dieron desde los headquarters de Suiza”, nos comentó Claudia Romero Marketing y PR de Mido en México.
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Mido nos invita a vivir la experiencia de potencia mecánica del Commander Gradient a través de esta playlist
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Si sólo hubiera dos sillas para sentar a los mejores fotógrafos del s. XX, sin duda una de ellas sería para Irving Penn. El gran genio de la imagen que revolucionó la fotografía, lo mismo retrataba una colilla que un cuadro, unos labios rotos de color que a los grandes intelectuales de la época como Truman Capote, Marcel Duchamp o Picasso. Con la misma fuerza y el mismo talento trataba la mirada de un sabio que un objeto sin vida. Sus imágenes cambiaron la historia de Vogue y otras revistas de moda. Siempre rozó el límite de la fotografía con ironía y exceso, ya fueran modelos de muchos kilos o labios con herramientas.
Se celebran los cien años del nacimiento del artista con una exposición antológica en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York que reivindica su figura bajo el título de Centennial. Decía Ivan Shaw, director de fotografía para Vogue, que Penn todo lo hacía bien: el retrato, la moda, los objetos. Pocos fotógrafos son capaces de moverse con tanta facilidad en las alturas. Su blanco y negro no te dejaba indiferente, pero sus imágenes de lifestyle estaban llenas de vida. Sus trabajos publicitarios para firmas como L’Oréal y su tratamiento de la imagen rompió para siempre la barrera entre lo comercial y la artesanía. Como él decía, retratar un pastel también puede ser arte.
Hijo de emigrantes rusos, la pintura siempre fue su sueño, pero con sus instantáneas creó obras tan inmortales como las que aparecen en los lienzos. Por eso, ahora el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York le rinde un merecido tributo y celebra el centenario del nacimiento del artista. Sus trabajos meticulosos hacían pensar a los críticos que se pasó media vida detrás de la cámara y la otra mitad en el laboratorio o pensando en composiciones.
Cualquier fotógrafo de estudio hoy tiene en Irving Penn la mayor referencia, pues hasta la colilla de un cigarro tras un disparo se convertía en una obra única. Sus primeras imágenes en revistas de moda fueron retratos impecables de alta costura, con una elegancia sorprendente y una luz que cambió la mirada de las publicaciones de estilo. Su capacidad para pasar de los ojos de un pintor a una naturaleza muerta es admirable. La exposición Irving Penn: Centennial repasa como nunca antes todas las disciplinas que dominó el artista, con 70 años de carrera en imágenes de gran impacto en soportes y técnicas como la fotografía, el grabado o la pintura.
La muestra recorre sus diferentes caminos: carteles para la calle, incluyendo ejemplos de trabajos tempranos en Nueva York, el sur de Estados Unidos y México; moda y estilo para varios títulos internaciaonales y con muchas fotografías clásicas de Lisa Fonssagrives-Penn, la ex bailarina que se convirtió en la primera supermodelo, así como en esposa del artista; retratos de indígenas en Cuzco, Perú; pequeños cuadros de trabajadores urbanos; rostros de personajes de la cultura muy queridos, que van desde Truman Capote, Joe Louis, Picasso y Colette a Alvin Ailey, Ingmar Bergman y Joan Didion; retratos de los ciudadanos de Dahomey (Benin), Nueva Guinea y Marruecos vestidos de manera fabulosa; los últimos muertos de Morandi; desnudos voluptuosos; y gloriosos estudios de color sobre las flores.
La belleza en su concepción original. Además, se aprecia cómo el artista va transmitiendo las tendencias culturales de la época, y también su capacidad para hacer retratos comerciales. Su cuerpo de trabajo también muestra el auge de la fotografía en los años 70 y 80, época en que las revistas de moda tienen su esplendor. Pero el mundo sofisticado en el que vive Irving contrasta con sus fondos sencillos. Un rincón, una esquina le servían como gran escenario. De hecho, su lienzo preferido estaba hecho de una vieja cortina de teatro encontrada en París, que había sido pintada suavemente con unas nubes grises y difusas. Este telón de fondo siguió a Penn de estudio en estudio.
Otros puntos destacados de esta magna exposición incluyen imágenes recién desenterradas del fotógrafo desde su tienda de campaña en Marruecos, algo inédito que descubre al artista lejos del glamur, como por ejemplo lo que realizó en México o en Cuzco, con retratos sobrecogedores.
Así, las formas, los rostros, las sombras, las miradas y la rebeldía hacen inmortal la obra de Irving Penn. Impactos provocativos, como desnudos voluptuosos o detalles sutiles, cuando en su foto de moda retrata a la modelo descalza, cansada ya de tanta sesión fotográfica. Elegancia y rotundidad, provocación y belleza, dos registros que sólo un genio como él puede llevar a la máxima expresión.