Un submarino de lujo para realizar visitas turísticas en el fondo del mar

El submarino DeepView, construido en España, ofrece vistas panorámicas a 100 m de profundidad. El interior es muy espacioso y ofrece vistas panorámicas de casi 360 grados para pasajeros y pilotos. Ensamblado en las instalaciones de Barcelona, la empresa americana Triton ha presentado un submarino eléctrico con capacidad para 24 personas destinado a realizar visitas turísticas submarinas hasta a 100 metros de profundidad.

Un casco formado por una cabina cilíndrica transparente protege a los viajeros para que disfruten cómodamente de las profundidades marinas. Su sistema de propulsión eléctrico está formado por dos motores principales y cuatro auxiliares, que se encargan de la dirección, a los que alimenta una batería que permite inmersiones de hasta 14 horas. Cuenta con grandes ventanales de 14 centímetros de espesor forman un cilindro de vidrio horizontal que permite observar el entorno como si de un acuario se tratase.

La propulsión y la dirección son eléctricas. De ellas se encargan dos motores principales de 20 kW (27 CV) y cuatro propulsores Vertran de 12,6 kW (17 CV). Para alimentarlos, transporta una batería de plomo-ácido de 240 kWh de capacidad. Al contrario que los vehículos terrestres o los barcos de superficie, en los submarinos el peso no es una magnitud a minimizar porque necesitan lastre para sumergirse.

Con esta batería, el DeepView24 puede funcionar durante 14 horas a velocidades máximas de alrededor de 3 nudos (5,5 km/h). Cuenta con un sistema de iluminación de gran potencia, formado por 10 bandas de led que ofrecen 20.000 lúmenes para dar luz al fondo marino.

Triton ha construido el DeepView 24 en las instalaciones de su filial europea, situadas en Barcelona. Su destino es una cadena de hoteles y resorts de lujo en Vietnam donde comenzará a realizar inmersiones en diciembre de este año en la isla de Hon Tre en Nha Trang. Según afirma Triton, los submarinos DeepView suponen “un salto cuántico hacia adelante respecto a todos los demás submarinos turísticos construidos en los últimos 34 años”.

Si sólo hubiera dos sillas para sentar a los mejores fotógrafos del s. XX, sin duda una de ellas sería  para Irving Penn. El gran genio de la imagen que revolucionó la fotografía, lo mismo retrataba una colilla que un cuadro, unos labios rotos de color que a los grandes intelectuales de la época como Truman  Capote, Marcel  Duchamp  o Picasso. Con la misma fuerza y el mismo talento trataba la mirada de un sabio que un objeto sin vida. Sus imágenes cambiaron la historia de Vogue y otras revistas de moda. Siempre rozó el límite de la fotografía con ironía y exceso, ya fueran modelos de muchos kilos o labios con herramientas.

Se celebran los cien años del nacimiento del artista con una exposición antológica en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York que reivindica su figura bajo el título de Centennial. Decía Ivan Shaw, director de fotografía para Vogue, que Penn todo lo hacía bien: el retrato, la moda, los objetos. Pocos fotógrafos son capaces de moverse con tanta facilidad en las alturas. Su blanco y negro no te dejaba indiferente, pero sus imágenes de lifestyle estaban llenas de vida. Sus trabajos publicitarios para firmas como L’Oréal y su tratamiento de la imagen  rompió para siempre la barrera entre lo comercial y la artesanía. Como él decía, retratar un pastel también puede ser arte.

Hijo de emigrantes rusos, la pintura siempre fue su sueño, pero con sus instantáneas creó obras tan inmortales como las que aparecen en los lienzos. Por eso, ahora el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York le rinde un merecido tributo y celebra el centenario del nacimiento del artista. Sus trabajos meticulosos hacían pensar a los críticos que se pasó media vida detrás de la cámara y la otra mitad en el laboratorio o pensando en composiciones.

Cualquier fotógrafo de estudio hoy tiene en Irving Penn la mayor referencia, pues hasta la colilla de un cigarro tras un disparo se convertía en una obra única. Sus primeras imágenes en revistas de moda fueron retratos impecables de alta costura, con una elegancia sorprendente y una luz que cambió la mirada de las publicaciones de estilo. Su capacidad para pasar de los ojos de un pintor a una naturaleza muerta es admirable. La exposición Irving Penn: Centennial repasa como nunca antes todas las disciplinas que dominó el artista, con 70 años de carrera en imágenes de gran impacto en soportes y técnicas como la fotografía, el grabado o la pintura.

La muestra recorre sus diferentes caminos: carteles para la calle, incluyendo ejemplos de trabajos tempranos en Nueva York, el sur de Estados Unidos y México; moda y estilo para varios títulos internaciaonales y con muchas fotografías clásicas de Lisa Fonssagrives-Penn, la ex bailarina que se convirtió en la primera supermodelo, así como en esposa del artista; retratos de indígenas en Cuzco, Perú; pequeños cuadros de trabajadores urbanos; rostros de personajes de la cultura muy queridos, que van desde Truman Capote, Joe Louis, Picasso y Colette a Alvin Ailey, Ingmar Bergman y Joan Didion; retratos de los ciudadanos de Dahomey (Benin), Nueva Guinea y Marruecos vestidos de manera fabulosa; los últimos muertos de Morandi; desnudos voluptuosos; y gloriosos estudios de color sobre las flores.

La belleza en su concepción original. Además, se aprecia cómo el artista va transmitiendo las tendencias culturales de la época, y también su capacidad para hacer retratos comerciales. Su cuerpo de trabajo también muestra el auge de la fotografía en los años 70 y 80, época en que las revistas de moda tienen su esplendor. Pero el mundo sofisticado en el que vive Irving contrasta con sus fondos sencillos. Un rincón, una esquina le servían como gran escenario. De hecho, su lienzo preferido estaba hecho de una vieja cortina de teatro encontrada en París, que había sido pintada suavemente con unas nubes grises y difusas. Este telón de fondo siguió a Penn de estudio en estudio.

Otros puntos destacados de esta magna exposición incluyen imágenes recién desenterradas del fotógrafo desde su tienda de campaña en Marruecos, algo inédito que descubre al artista lejos del glamur, como por ejemplo lo que realizó en México o en Cuzco, con retratos sobrecogedores.

Así, las formas, los rostros, las sombras, las miradas y la rebeldía hacen inmortal la obra de Irving Penn. Impactos provocativos, como desnudos voluptuosos o detalles sutiles, cuando en su foto de moda retrata a la modelo descalza, cansada ya de tanta sesión fotográfica. Elegancia y rotundidad, provocación y belleza, dos registros que sólo un genio como él puede llevar a la máxima expresión.

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