Unidos por la velocidad hasta el final

Cada otoño, con el arranque de motores de Fórmula 1, la Ciudad de México y el mundo del automovilismo rinden homenaje a los grandes pilotos mexicanos en lo que Juan Villoro llamó “el paraíso sin semáforos, el autódromo Hermanos Rodríguez”.

Ricardo Rodríguez (1942-1962) murió en la curva que había trazado su padre en 1962. Nueve años más tarde, en Alemania, fallecía su hermano mayor, Pedro (1940-1971) .

Quedaban escritas las líneas más tristes de la historia del automovilismo mexicano, pero se elevaron a los altares dos hermanos que amaron con pasión las carreras y contagiaron su entusiasmo a todo el país. Hoy, el suyo es uno de los autódromos más grandes del mundo. Lo inauguró, en 1959, el presidente Adolfo López Mateos, con el impulso del padre de los pilotos, Pedro Rodríguez, destacado emprendedor de la sociedad mexicana de la época. La primera carrera la ganó Pedro Rodríguez y Ricardo quedó tercero. Jamás pensaron que ese autódromo, una vez reformado, llevaría su nombre en homenaje. Ricardo, aventado y valiente, hubiera sido, a juzgar por su biógrafo, Carlos Jalife, un campeón de Fórmula 1 que habría marcado época.

A los 20 años terminó el sueño: “Lo pruebo una vuelta y vengo, no me tardo”, dijo, y se despidió rumbo a la eternidad. El Lotus V8 quedó destrozado a 180 km/hora. Murió registrando el mejor tiempo, pero entró en la curva con excesiva velocidad y el piloto, que no llevaba cinturón, saltó por los aires y con él la ilusión de una afición que lo seguía por todos los circuitos del mundo con pasión. “Se mató Ricardo Rodríguez, ¡lo vimos!”, escribía José Manuel Zaragoza en Milenio: “Lo estamos escribiendo y todavía no lo creemos. ¡Es algo increíble, sobre todo tratándose de un piloto tan seguro, tan completo, como el chamaco sensación del automovilismo deportivo mundial!”. Nueve años más tarde, Pedro llamaba a su padre: “Corro en Núremberg, te hablo después de la carrera” fueron sus últimas palabras.

Pedro Rodríguez formó parte de las escuderías de Lotus, Ferrari, Cooper, Wyer-Gulf- Porsche y BRM, equipos con los que disfrutó triunfos en carreras como las 24 horas de Le Mans, Daytona International Speedway; disputó 55 premios Fórmula 1, el Gran Premio de Sudáfrica, Can-Am, NASCAR, rallies e incluso se volvió campeón norteamericano de carreras sobre hielo en 1970.

Desde su muerte en cada edición del Gran Premio de México el espíritu de estos héroes renace.

 

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