Entre las muchas cosas positivas que aún podemos encontrarle al mundo de hoy es que el trabajo se ha vuelto colaborativo. Las líneas entre el arte, la moda, la música, el cine, e incluso muchas otras disciplinas, cada vez son más difíciles de definir. En este tenor, el mundo de las bebidas espirituosas no se queda atrás.
Ya en la década de los ochenta, Andy Warhol —quien redefinió nuestra manera de entender la relación entre arte y producción en masa, y todo lo que vendría después— pintaba para Absolut y Perrier obras que hoy se valúan en cientos de miles de dólares. La firma de vodka trataba de posicionarse en el mercado en Estados Unidos y, para ello, se valió de la creatividad de grandes como Haring, Scharf o Ruscha. En el caso de la botella de vodka tal y como la imaginaba el artista pop más grande de todos los tiempos, casi treinta años después, Absolut la trajo a la vida real. El anterior es sólo un ejemplo de un sinfín de guiños y encuentros entre el mundo del arte y las grandes casas de destilados.

El buen gusto y la creatividad no podrían encontrar mejor hogar que el vidrio soplado, o en el caso de tequila Patrón, una botella en colaboración con Lalique (2017), una obra de arte en sí misma que alcanza la suma de 7,500 dólares. Otra botella de altos vuelos es L’Or De Jean Martell, una edición especial ultra premium de este coñac, cuyo recipiente es toda una obra de arte. Y cabe mencionar el máximo objeto del deseo para coleccionistas de arte y de whisky por igual: la botella de Philip Lawson Johnston para Johnnie Walker, una edición limitada muy especial, tallada a mano.
Esta idea nos remite a la que tal vez sea la botella más famosa del mundo del arte: Jeff Koons para Dom Pérignon (2004), en la que Venus Balloon encierra un líquido precioso. Se trata del epítome de lo kitsch disfrazado de refinamiento y clase: burbujas encerradas en una escultura neopop de uno de los artistas mejor valuados de todos los tiempos.
Otras grandes casas de champaña que podemos mencionar por su gran aporte a la cultura incluyen a Ruinart, la más antigua, fundada en 1729, con Georgia Russell y con su presencia en ferias internacionales como Art Basel; Pommery como champaña oficial de Frieze y su colaboración con Kate Jenkins en forma de una instalación de arte con botellas. Las palmas se las lleva Château Mouton Rotschild, que desde 1945 ha portado grandes apellidos del arte en sus etiquetas, entre ellos Dalí, Chagall o Picasso.

En algún momento afortunado, el fino arte de embotellar, al igual que el escrupuloso y elitista mundo del arte, voltearon a ver a la calle, creando objetos preciosos e inigualables. Ejemplo de esto son las botellas de 1800 inspiradas en Keith Haring o Basquiat, entre muchos otros artistas que la marca ha honrado en sus contenedores. La voz de la rebelión, de los oprimidos, llega a las cavas más exclusivas, como es el caso de Shepard Fairey, Scott Campbell, JonOne o Arik Levy para Hennessy —otra firma que también enriquece su empaque con renombrados virtuosos—, o Dr. Lakra para Absolut. Kaws para XX, James Jarvis para Malibu, Héctor Falcón para Cuervo… la contracultura siempre encuentra la manera de llegar a las grandes filas con mensajes irreverentes y hasta prohibidos.
Y, claro, tenemos otro tipo de colaboraciones. Basta con pararse en una gran feria de arte contemporáneo —o una pequeña inauguración en tu galería local— para entender que una gran cantidad de firmas de alcohol están involucradas. Por fortuna, existen iniciativas de educación, como por ejemplo los debates sobre arte contemporáneo que ha creado 1800 en el Museo Jumex, o el concurso The Most Imaginative Bartender de Bombay Sapphire, donde la creatividad toma la forma de un coctel. Mención aparte merece la botella huichol de tequila Altos, con una gran iniciativa para apoyar el arte de esta comunidad y sus tradiciones.
Y no se trata sólo de un intento por llevar la belleza a la boca de todos, literalmente: el mercado del arte crece y crece como la espuma de una buena champaña, sorteando grandes crisis y llenando los bolsillos de quienes saben lucrar con él. Por eso, en los últimos años hemos visto que también las grandes casas de moda y diseño se suman a adornar los envases de marcas como Macallan con litografías de Annie Leibovitz, Steven Klein o Mario Testino, uniéndose a las filas del buen whisky; o la botella de Absinthe Pernod diseñada por Maison Kitsuné, o la de Piper-Heidsieck por Louboutin. Y, como siempre, el gran Karl Lagerfeld no se podía quedar atrás, con una etiqueta para Château Rauzan-Ségla. Ahora podemos brindar con más estilo que nunca.

Otras colaboraciones inéditas
Entre los grandes encuentros del alcohol con otras disciplinas cabe mencionar que la mismísima M.I.A. —que no nada más es una incendiaria cantante sino también una artista multidisciplinaria— ha hecho de diseñadora para la cerveza Becks. Igual de sorprendente es la incursión de la banda indie francesa Phoenix en el mundo del sake, con Takenokawa, o Lila Downs en un proyecto de mezcal y apoyo comunitario para la décima edición de Arte Mezcal para Los Danzantes.
En cuanto al cine, bien sabemos de los grandes romances de los directores con los viñedos y los actores con los campos de agave, como Francis Ford Coppola y su viñedo en Napa Valley o George Clooney con su tequila Casa Amigos. Sin embargo, dos de las grandes mentes maestras del séptimo arte han incursionado en el diseño de botellas, como el nominado al premio Óscar, Guillermo del Toro, y su botella de calavera para Patrón, y David Lynch para Dom Pérignon.