El nombramiento de Pharrell Williams (Virginia, 1973) como director creativo de la línea masculina de Louis Vuitton, el pasado febrero simbró a la industria de la moda. Además de tratarse de la primera vez que un artista mundialmente famoso accedía a un cargo de tanto prestigio en una maison de lujo, así comenzaron a brotar ciertos interrogantes entre críticos y prensa especializada, como por qué se había escogido a un cantante de profesión para un puesto que podría haber ocupado un diseñador establecido, o si el factor de celebridad habría pesado más que el del talento.
La trascendencia de este nombramiento aumentaba además porque el elegido sucedería a Virgil Abloh, ex director creativo de la firma hasta su fallecimiento en 2021, y responsable de renovar los códigos de la marca introduciendo por primera vez en su historia elementos propios de la cultura negra, del hip hop y de la estética urbana.

Aceptado el reto, Williams hizo su debut a lo grande, en un sobrecogedor despligue de moda, música y celebridades –con actuaciones del cantante Jay-Z y un imponente coro de góspel–, sobre el Pont Neuf de París, a orillas del Sena, para presentar la colección primavera–verano 2024 en junio de este año. Este show confirmó que, aunque arriesgada, la decisión parece acertada, e incluso evidente, dada la evolución de la moda en la última década. En ella, artistas de diversa índole han reemplazado a las supermodelos en las campañas y portadas de revistas con el objetivo de acceder a un público no solo con capacidad económica para comprar piezas de lujo, sino también a aquellos seguidores dispuestos a crear comunidad en torno al universo creativo de una firma de lujo, similar al movimiento que puede generar un deportista o una estrella de Hollywood.

Saborear las mieles del éxito no es algo nuevo para Williams. El estadounidense lleva siendo desde principios de los años 2000 uno de los mayores referentes de la música hip hop y cuenta con una lista de 13 Grammys y un increíble reconocimiento acumulado por canciones como Blurred Lines, Get Lucky o Happy, por la que fue nominado a un Oscar en 2014. Tras una etapa de minimalismo vital para compensar el frenetismo de los años anteriores, ahora acaba de mudarse a París para ejercer su nuevo rol creativo y concilia su vida familiar como padre de cuatro hijos con su faceta de hombre de negocios, que discurre entre su línea de cuidado facial, un restaurante, un hotel en Miami y sus múltiples colaboraciones con Adidas y Tiffany & Co., recientemente adquirida por el conglomerado de lujo LVMH.